EL DECRECIMIENTO EXPLICADO CON SENCILLEZ


Carlos Taibo


Este nuevo libro de Carlos Taibo en Ed. Catarata viene a explicar la teoría del decrecimiento de una forma sencilla y sobre todo clara, sin ambigüedades tan propias de otros ladrillos que no hay Dios que entienda. Taibo como nos tiene acostumbrados penetra en los problemas reales que padecemos actualmente los habitantes del planeta y propone soluciones. Remarca de partida, en el prólogo y en la contraportada, que el proyecto de decrecimiento que se explica exige, por necesidad, salir del capitalismo y es que, esto lo decimos nosotros, las reformas del capitalismo sólo sirven a los capitalistas, CCOO y UGT debieran tomar buena nota de ello. Reproducimos a continuación uno de sus capítulos que como se ve es breve, sencillo y concreto, se trata del dedicado a los problemas actuales y que como veréis coincide en señalar los mismos que venimos referenciando desde Solidaridad Obrera machaconamente y también desde otros textos firmados por el añorado Ramón Fernández Duran, David Ripoll o Pedro Prieto.

LOS GRANDES PROBLEMAS DE PRINCIPIOS DEL SIGLO XXI
Siempre es tarea delicada asumir una descripción de los que parecen que son los mayores problemas que se manifiestan en el planeta en este inicio del siglo XXI. Aun a sabiendas que nos dejamos en el tintero cuestiones importantes -no hablaremos aquí, por ejemplo, de la secular marginación de las mujeres, de las secuelas de la hegemonía norteamericana o la irrupción de gigantes económicos como China o la India-, a efectos de perfilar cuál es el entorno de la propuesta decrecimiento bueno será que nos refiramos a cuatro grandes cuestiones: el endurecimiento general de las condiciones de trabajo, la pervivencia de la relación Norte-Sur, el agotamiento de las principales materias primas energéticas y, en fin, el cambio climático.
1. Al calor de la globalización capitalista se ha registrado en todo el planeta, en el Norte como en el Sur, un visible endurecimiento de las condiciones laborales. Las consecuencias son fáciles de apreciar en un escenario en el que los beneficios empresariales se han multiplicado y, con ellos, lo han hecho también las practicas especulativas. Esas consecuencias asumen la forma de salarios cada vez más bajos (en España más de 10 millones de asalariados son “mileuristas” o no llegan a serlo), jornadas laborables cada vez más prolongadas, derechos sociales que retroceden y, en suma, precariedad que se extiende por doquier. Este conjunto de circunstancias es tanto más llamativo cuanto que las organizaciones que debían hacer frente a las agresiones -los sindicatos- en la mayor parte han decidido acatar, mal que bien, el nuevo escenario. Detrás del endurecimiento de las condiciones laborales  es fácil apreciar la influencia de dos grandes mitos mil veces invocados: tanto la productividad como la competitividad obedecen a una visión de los hechos económicos claramente marcada por los intereses empresariales y son fundamentos principales de un orden, el de la mencionada globalización, que se desentiende manifiestamente de los problemas sociales y medioambientales.
2. Herencia principal de siglos de expolio de los recursos de los países pobres, la relación Norte-Sur sigue marcando hoy, y poderosamente, la vida del planeta. Su efecto principal es la existencia de enormes diferencias entre esas dos partes enfrentadas. Recuérdese que más de 3.000 millones de personas -la mitad de la población de la Tierra- se ven obligadas a malvivir con menos de dos dólares cada día, en tanto que 1.300 millones de esas personas deben hacerlo, en situación de pobreza extrema, con menos de un dólar diario. El 70 por ciento de estos pobres -de los primeros como de los segundos- son mujeres, dato que por sí solo obliga a otorgar el relieve que le corresponde a eso que llamamos feminización de la pobreza. Más de 800 millones de seres humanos padecen problemas de hambre crónica, saldados con esa cifra espeluznante que nos recuerda que cada día mueren por hambre unas 40.000 personas. Mientras todo lo anterior ocurre, las tres mayores fortunas personales equivalen a la riqueza conjunta de los 48 Estados más pobres. Recordemos, en paralelo, que el 20 por ciento de la población del planeta tiene a su disposición el 86 por ciento de los recursos naturales; al 2 por ciento de la población le corresponde la mitad de la riqueza, en tanto a un 50 por ciento le toca tan solo el 1 por ciento de aquélla.
Hechos como los que acabamos de invocar remiten de forma directa a la existencia de un orden internacional profundamente injusto, asentado en el intercambio desigual y en la dependencia del Sur con respecto a los intereses de las grandes empresas transnacionales radicadas en el Norte. Ello es así por mucho que estemos en la obligación de recordar que en modo alguno faltan los pobres, también, en los países del Norte opulento. Si alguien se pregunta si, desde la perspectiva del decrecimiento que expondremos más adelante, reivindicamos que reduzca sus niveles de consumo una viuda que cobra una pensión de 600 euros mensuales, la respuesta es, obviamente, no. Cualquier proyecto de decrecimiento sensato tiene que ser, por lógica, un proyecto de distribución radical de los recursos.
3. Muchas de las materias primas energéticas más importantes se hallan en rápido proceso de agotamiento, con lo cual es evidente que, antes o después, empezarán a escasear y sus precios subirán. Parece evidente, en particular, que en virtud de las condiciones geológicas el volumen de petróleo que puede extraerse está irrevocablemente llamado a reducirse en los años venideros, y ello con independencia de los avances técnicos que puedan realizarse. La especie humana ha consumido hasta hoy cerca de un billón -un millón de millones- de barriles de petróleo, sobre un total de entre dos y tres billones que parece haber generado el planeta a lo largo de su historia.
No se olvide el relieve que, en todos los ámbitos, corresponde a estas materias primas, tanto más llamativo cuanto que nuestros excesos en términos de producción y de consumo nos emplazan ante horizontes delicados. Piénsese, por ejemplo, que alimentar a 5.000 millones de seres humanos conforme a las pautas hoy comunes en el mundo rico reclamaría destinar a ello todas las reservas de petróleo existentes. Esto aparte, la cadena alimentaria norteamericana consume 20 veces más energía que la que aporta en forma de alimentos y no es muy diferente lo que ocurre en Europa.
Fuera del ámbito de las materias primas energéticas los problemas no faltan. Recuérdese, por citar un ejemplo, que según los pronósticos los niveles de agua potable por habitante se reducirán en un tercio en los próximos 20 años y caerán a la mitad de los actuales luego de cuatro decenios. De resultas, 2.500 millones de personas entrarán en una situación crítica o la ratificarán.
4. El último de los grandes problemas mencionados no es otro que el cambio climático, consecuencia ante todo de la emisión, en los dos últimos siglos, de enormes cantidades de gases que fortalecen el llamado efecto invernadero. Los siglos del cambio climático son varios. El primero es un ascenso planetario de las temperaturas, cifrando en 0,3-0,6 grados centígrados en el siglo XX; los pronósticos habla de un crecimiento de la temperatura de entre 1,4 y 5,6 grados para finales del siglo XXI. Es verdad, con todo, que aunque en la mayoría de los casos lo que se anuncia es un incremento de las temperaturas, en algunas regiones podría registrarse el fenómeno contrario.
Un segundo efecto previsible del cambio climático es una subida en el nivel del mar. En este caso los pronósticos anuncian un ascenso de éste de entre 20 y 88 cm. en el siglo XXI, de tal suerte que algunos Estados-isla podrían  desaparecer, al tiempo que se revelarían problemas graves para las poblaciones que residen en los deltas de grandes ríos y en muchas ciudades que se hallan a orillas del mar. Pero el cambio climático genera también otros fenómenos, como es el caso del deshielo de polos, las olas de calor, las sequías y las inundaciones. Otras secuelas importantes son las alteraciones en el ciclo de las estaciones, una mayor  dificultad para hacer frente a la desertización, problemas notables en lo que se refiere al despliegue de la agricultura y la ganadería, y la mutación o desaparición de muchas especies. En lo que a esto último respecta, hemos entrado en una nueva etapa de extinción. Afectará, de aquí a mediados de siglo, a un 15 y un 37 por ciento de las especies vegetales y animales, que, si nada lo evita, habrán de desaparecer. Se hallan e grave peligro uno de cada cuatro mamíferos, uno de cada tres anfibios y peces, y uno de cada ocho pájaros.
Un informe encargado por el pentágono norteamericano, que considera que un cambio climático rápido y brutal es mucho más probable de lo que se preveía, identifica con crudeza las consecuencias esperables: escasez de alimentos, descenso de la calidad y de la calidad del agua dulce, y acceso limitado a las materias primas estratégicas debido al hielo y a las tempestades. Las migraciones que muchos de estos procesos pueden generar serán singularmente delicadas. Sobran los argumentos para afirmar, en fin, que la lógica de la economía de mercado a duras penas tiene utilidad alguna para frenar amenazas tan graves como las que proceden del cambio climático.


Aparecido en Contramarcha 58


Diciembre 2011

 

 

 

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