Salvador Segui

SALVADOR SEGUÍ RUBINAT
«EL NOI DEL SUCRE»


Nació en Lérida el 23 de septiembre de 1887, hijo de un panadero de Reus llamado también Salvador y de Dolors de Tornabous. En 1888 su familia se traslada a Barcelona. Ya a los 15 años intervino en las refriegas de la huelga de metalúrgicos de 1902 siendo detenido durante unas horas.

En 1904 intervino en el mitin del 1º de mayo, siendo presentado como «Noi del Sucre», sobrenombre que él mismo se puso y con el que firmaba artículos en la publicación quincenal «El Pintor», de la Sociedad de Pintores a la que pertenecía. Durante los años siguientes participó en la lucha para desenmascarar a Lerroux, siendo atacado en repetidas ocasiones desde el periódico «El Progreso», portavoz de estos demagogos políticos.

De los enfrentamientos con «los jóvenes bárbaros» en agosto de 1907 sufrió nueve meses de encarcelamiento. En este año nace «Solidaridad Obrera», periódico que durante más de treinta años defenderá la causa proletaria desde el anarcosindicalismo. Seguí escribirá a menudo en este periódico. En 1909 tomó parte activa en los sucesos de la llamada Semana Trágica, cuyos hechos se originaron por la protesta contra la guerra de Marruecos y que tuvo como acontecimiento más sonado la quema de conventos. En 1910 participó en la fundación de la Confederación Nacional del Trabajo, CNT. En 1914 intervino en el famoso mitin del hambre que las autoridades hicieron acabar violentamente.

A principios de 1915 fue nombrado presidente de la Federación del Ramo de la Construcción de Barcelona. Durante el tiempo que ocupó este cargo tuvo lugar la huelga general de la construcción que se resolvió favorablemente al cabo de cinco días. El 20 de noviembre de 1916 se estableció el primer acuerdo entre la CNT y la UGT para fusionar sus fuerzas e ir a la huelga conjuntamente el 18 de diciembre contra el encarecimiento de los artículos de subsistencia. En ese año los albañiles habían estado 14 semanas de huelga para conseguir un aumento diario de 0,50 Ptas. diarias. La huelga se resolvió poniendo en libertad a todos los detenidos, entre los que Seguí se encontraba. Esta huelga fue una de las más unánimes que han tenido lugar en el Estado español, fue, además, el inicio de un periodo de grandes huelgas: la del verano de 1917 y la de la Canadiense a comienzos de 1918.

Huelga General de 1917
La Huelga General del 17 estalló como consecuencia de unas reivindicaciones de los ferroviarios de los Ferrocarriles del Norte. El 10 de agosto comenzó la huelga ferroviaria y tres días después la huelga general con el apoyo de CNT y UGT. El 18 de agosto la huelga podía darse por terminada con un balance desfavorable; el comité de huelga estaba detenido desde el 4 de agosto, hubo 71 muertos y el idílico sueño de unión entre diferentes sectores –obreros y fuerzas liberales de la burguesía y del ejército- se había venido abajo. Salvador Seguí tuvo que ocultarse en París.
La huelga de la Canadiense comenzó en un salto de agua, contra el despido de ocho trabajadores, y por el derecho a cobrar el salario sin recortes por compra obligada de alimentos o semejantes al propio patrón. La CNT fue extendiendo la lucha progresivamente, salto a salto, primero y por toda la empresa después, hasta lograr el paro de servicios y ciudades enteras. La huelga finalizó conquistando todas las reivindicaciones y la jornada laboral de ocho horas a partir del 1 de octubre. España fue el segundo país del mundo en declarar la jornada de ocho horas, el primero había sido Uruguay.


El Congreso de Sants
En junio de 1918 Seguí participó de forma muy activa en el Congreso de Sants, en el que se aprobó el sindicato único como forma de organización dentro de la CNT, con lo que a partir de entonces todos los trabajadores de una empresa estarían en el mismo sindicato y no cada uno en el de su oficio como hasta entonces. En 1918 la CNT tenía 73.322 afiliados en Cataluña y 7.285 en el resto del Estado. Dos años después, gracias al éxito de la huelga de la Canadiense, los afiliados ascendían a 252.214.

Comisión Mixta CNT

Comisión Mixta Patronal-CNT
Por CNT: Moyano, Meca, Piera, Seguí y Duch


La huelga y el congreso de 1919
El 24/3/1919 se reemprendió la huelga para que los huelguistas presos, sometidos a la jurisdicción militar, fuesen liberados. El mismo día, las autoridades declararon el estado de guerra y el 2 de abril se suspendían los sindicatos, desencadenándose una persecución implacable contra los sindicalistas que llenó cárceles y presidios. La patronal, asustada por la capacidad de movilización obrera y en connivencia con las autoridades, resucitó el somatén (vieja institución que en otras épocas había servido para defender el campo contra los bandoleros y que Franco utilizaría contra los maquis a finales de los cuarenta) y los sindicatos libres, pagándose recompensas por los asesinatos de sindicalistas.
A la par de esta represión, el gobierno intentó crear una comisión mixta de trabajo, compuesta por la patronal, los sindicatos y la propia autoridad. En nombre de la CNT y junto a J. Molins, Seguí firmó el acuerdo. Los patronos firmaron, pero incumplieron el acuerdo y no readmitieron a los obreros que más se habían destacado en las luchas. Pocos días después, en noviembre de 1919, Seguí fue víctima de un primer atentado del que salió ileso.
En el congreso de la CNT celebrado en Madrid en diciembre de 1919 Seguí fue muy criticado por su política de conciliación y la aceptación de esa comisión mixta de trabajo.


1920: otro intento de asesinarle
El 4/1/1920 intentaron asesinarle en la calle Mendizábal, salvándose de nuevo. Al día siguiente, quien pereció en un atentado fue Félix Graupera, presidente de la Federación Patronal de Cataluña. En represalia, el 6 de enero la CNT de Cataluña fue clausurada y detenidos sus dirigentes, entre ellos Seguí, que permanecería en la cárcel hasta el mes de junio.


El general Anido
El Gobierno nombró como gobernador civil de Barcelona al General Anido, entrando la ciudad en uno de los periodos más trágicos de su historia. El 20 de noviembre son detenidos 64 sindicalistas y uno muere a manos del somatén. Al día siguiente, la huelga general de protesta no es secundada por los militantes de la UGT. Este hecho motivó la ruptura de la unidad sindical en Cataluña; una ruptura que perduró hasta 1936. Preguntado Seguí por el motivo que lo había llevado a suscribir la Alianza, dijo: «Doctrinas aparte, nos une la necesidad de salvar la propia existencia». El 30 de noviembre cae abatido ante su casa el abogado Layret, defensor de trabajadores y amigo personal de Seguí; para frenar las movilizaciones de protesta, treinta y cinco dirigentes sindicales son deportados al castillo de la Mola, en Mahón.
Seguí va entre ellos, y estará en prisión hasta abril de 1922. En esos dieciséis meses aprovechó para escribir en abundancia artículos y conferencias. Una vez en libertad, llegó a celebrar ciento diez actos públicos en Madrid, Valencia y Andalucía. En junio de 1922 tiene lugar el último pleno importante de la CNT antes de la Dictadura de Primo de Rivera, la conferencia nacional de Zaragoza, donde Seguí consigue que la Confederación se declare apolítica, en vez de antipolítica como se proponía. En este pleno se decidió anular la adhesión provisional a la III Internacional (comunista) y nombrar a Salvador Seguí secretario general de la organización.


1923: asesinan a Seguí
El 10 de marzo de 1923 Salvador Seguí cae asesinado de un tiro en la cabeza cuando caminaba por la calle de la Cadena de Barcelona. También resultó herido de gravedad su amigo y compañero Francesc Comes «Perones», que murió días después.
Para evitar una manifestación monstruo, el cadáver de Seguí fue sacado del Clínico de madrugada y se enterró a escondidas en Montjuic. Cuando murió «Perones» se exigió un entierro público, que tuvo lugar con la asistencia de cerca de doscientas mil personas.
Con la muerte de Seguí, que toda su vida vivió de su trabajo de pintor y de la publicación de artículos en diferentes periódicos, se da por acabada una línea sindical en el anarcosindicalismo, que algunos criticaban entonces por reformista. La creación de la FAI en 1927 y su posterior dominio de la CNT dio paso a otra línea sindical más radicalizada en las formas.
Seis meses después del asesinato de Seguí se produjo el autogolpe monárquico de estado que dio el poder al General Primo de Rivera, que estaría siete años al frente del gobierno, años en los que la UGT fue consentida y protegida (Largo Caballero fue Consejero de Estado como vocal elegido por el Instituto de Reformas Sociales de 1924) y la CNT clausurada y perseguida.

 

TEXTOS DE SALVADOR SEGUÍ:


El anarquismo y el sindicalismo
El anarquismo no puede realizarse de un día para otro, como creen tantos iluminados. El anarquismo es, antes que otra cosa, una filosofía y una moral, una concepción del hombre y de la sociedad.

El ideal anarquista preconiza la superación continua, el progreso infinito, el mejoramiento constante del individuo. No es la negación pura y simple de la autoridad, o cualquier doctrina subversiva basada en la lucha de clases y partidaria de la abolición del Estado, del sistema capitalista y de la propiedad privada. El sindicalismo, por otro lado, sería el medio de acercarse a ese ideal lejano, habría de emancipar a los obreros, instruirlos, hacerlos capaces de organizar la economía socialista. Sería un instrumento de liberación material y moral por medio de la lucha reivindicativa, y de una obra positiva de creación de escuelas, de instituciones, de organismos de ayuda.

Sin una organización sindical sólida, y con un proletariado ignorante y primitivo, es imposible una transformación socialista y libertaria. El camino que queda por recorrer es largo muy largo. No hay que hacerse ilusiones fáciles o sembrar demagogia.

Sindicalismo y socialismo
El Sindicato no es el fruto de un momento circunstancial que nos sirve sólo para casos determinados; como tampoco es únicamente el resultado de una lucha contra la burguesía; es una cosa y otra, pero también es algo más. Si el Sindicato fuese únicamente eso, desaparecería tan pronto llegase la hora del triunfo de su razón circunstancial, o simplemente demostrada; pero los hechos no se desarrollan así, y eso prueba que los sindicatos responden a una misión futura, aunque, en realidad, no estén bien orientados sobre ella.

Sucede también que son muchos los que confunden el Sindicato y el sindicalismo con el socialismo marxista o el anarquismo, y hoy nadie que sea honrado, intelectualmente hablando, puede afirmar en qué forma serán realizables los nuevos valores que el socialismo trata de establecer como norma de vida en la conciencia colectiva de los pueblos. Lo esencial es saber que los rebaños sometidos de ayer son hoy valores que actúan, que ya tienen conciencia de su valor. Que sea el Sindicato, el colectivismo, el comunismo o el individualismo, u otro sistema o procedimiento el que se adopte, depende de la capacidad y preparación que tengan los socialistas en el momento del triunfo.


La violencia
Condeno toda violencia, aunque pueda excusarse en determinados momentos. La violencia sistemática siempre nos perjudica, porque si dentro de nuestro campo de lucha sindical hay cincuenta o cien exasperados que sólo creen en la firmeza de los actos de fuerza cruel como medio para conquistar el triunfo del proletariado, al cometerlos únicamente se han ganado la condena pública, y, por consiguiente, el retraimiento del gran pueblo obrero, que vuelve a su lugar rehuyendo la complicidad moral con los enamorados de la violencia. El resultado de una actuación violenta es por completo contraproducente, ya que dicha actuación trae consigo, además, la paralización absoluta de nuestra propaganda, y una detención obligada en la ruta ascendente hacia el ideal de una sociedad nueva.


El parlamentarismo en la sociedad futura
La facultad de disponer y regularizar la cosa pública no puede, en plena práctica de la concepción comunista de la vida, dejarse en manos de un poder indirecto y falto de responsabilidad, como es el parlamentario, que puede ser un buen instrumento para la burguesía pero no para nosotros.

La efectividad del poder debe radicar en las agrupaciones profesionales, ya que en realidad, por la fuerza natural de las cosas, encarnan la responsabilidad de las alteraciones que la colectividad puede sufrir en todos los aspectos de su vida económica.

Nadie a quien interese seria y sinceramente el avance de la colectividad hacia mejores estados de justicia puede sostener que la responsabilidad de garantizar la vida material de los agrupa-mientos humanos puede dejarse en manos de individuos, que, por buena intención que tengan, carecen de la capacidad profesional y la fuerza de los sindicatos de producción y distribución, únicos que pueden hacer uso de esta responsabilidad con garantía de acierto y de justicia social.

Este artículo es un resumen libre del texto de J.M. Huertas Clavería

Aparecido en Contramarcha Nº 25

Noviembre 2004

 

 

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