Engranajes

ELECCIONES SINDICALES

 

Es muy habitual confundir lo que es con lo que debe ser, constituyendo cuando esto ocurre una falacia. Abordar cualquier exposición sin la debida y consciente diferenciación entre uno y otro, un engaño.

Así, al hablar de sindicalismo, hemos de clarificar inmediatamente entre lo que a día de hoy -se ha convertido- es sindicalismo en contraposición a lo que debería ser sindicalismo. Teniendo clara esta diferenciación podemos debatir en clave de uno u otro, pero sin mezclarlos según nos vaya interesando para dar soporte a nuestro particular argumento.

Observando las anteriores reglas, desde nuestro particular punto de vista sindicalismo hoy es CC.OO., U.G.T., C.G.T., etc. Una actividad perfectamente urdida y delimitada, con unas organizaciones, desarrollos y fines absolutamente claros: la alienación de la clase trabajadora. Para ello, por supuesto, no muestran día a día y hora a hora sus verdaderos objetivos, si así fuera, dejarían de ser sindicatos para convertirse en partidos políticos, confesiones dogmáticas o asociaciones empresariales, entre otros. Deben cuidar sus formas, aunque cada vez lo hacen con menos disimulo ¡ciertamente!, para perpetrar el gran engaño. Así, en ocasiones aparece la vena reivindicativa, alternativa y/o libertaria, la apariencia de enfrentamiento y esas otras puestas en escena que tanto gusta a los que encabezan pancartas, dan conferencias o están día sí y día también en los medios de comunicación, los mismos medios, curiosamente, que tanto critican cuando no hablan ellos, ni de ellos.

Esa práctica es sindicalismo, y si la inmensa mayoría de los trabajadores la acepta o se deja engañar, demoniza lo que es sindicalismo, jamás lo que debería ser. En la hipótesis de que haya algún sindicato que practique lo que debería ser el sindicalismo, no es legítimo meterlo en el mismo saco, ni tiene la culpa de que se dé esa situación.

En el mundo de los Sindicatos es muy usual contar con unos estatutos democráticos, cuasi revolucionarios, con unos principios programáticos que suscribiríamos la mayoría de los trabajadores; es decir, proclaman lo que debería ser; otra cosa es en lo que se han convertido o los han convertido con el paso de los años, si es que algún día observaron esas normas estatutarias.

Si los que hacen hoy en día sindicalismo lo han prostituido hasta límites insospechados no tienen la culpa los que no aceptan esa práctica. En ese sentido, si los comités de empresa están totalmente al servicio del capital, por la acción de lo que es el sindicalismo, no por ello deben ser calificados, a modo de Leviatán, como fuente de todos los males de la clase trabajadora. También en este sentido, confundir lo que son los comités de empresa con lo que debieran ser, y, dentro de esta argumentación, compararlos con parlamentos, mandatos por delegación, etc., es incurrir en una falacia.

Puestos a discutir lo que signifique presentarse a las elecciones sindicales de cara a calificar una acción sindical, habrá que empezar a cuestionar no a esos comités "per se" sino a lo que les da soporte: ni más ni menos que a la Ley.

No es de recibo cuestionar las elecciones sindicales y a la vez legalizar secciones sindicales, sindicatos, federaciones o simplemente agrupaciones obreras del carácter que se quiera. O se acata la Ley y, en ese caso, se intenta cambiar por los medios que la misma contiene, por exiguos que sean, o se está al margen de la misma y, en este caso, se opta por usar los medios que lleven a su quiebra. En ambas opciones existen dos maneras de llevar a cabo ese cambio. El que reza: "el fin justifica los medios" y el otro y del que nos sentimos partidarios: "la ética del fin debe conducir los medios". Por poner un ejemplo, pensamos que clarificador, no se puede cuestionar las elecciones sindicales, como hace la C.N.T. para simultáneamente exigir, incluso judicialmente, que se les reconozca la condición de Delegados de Personal a los designados por el Sindicato para ello -asambleariamente, por supuesto- así como disfrutar de horas sindicales al amparo de la Ley Orgánica de Libertad Sindical. Precisamente al amparo de la misma Ley que consagra los comités de empresa: "Art. 2.d) El ejercicio de la actividad sindical en la empresa o fuera de ella, que comprenderá, en todo caso, el derecho a la negociación colectiva, al ejercicio del derecho de huelga, el planteamiento de conflictos individuales y colectivos y a la presentación de candidaturas para la elección de Comités de Empresa y Delegados de Personal, y de los correspondientes órganos de las Administraciones Públicas, en los términos previstos en las normas correspondientes". Esta "norma correspondiente" se refiere al Estatuto de los Trabajadores. Tampoco se puede cuestionar la Administración de Justicia de este país y simultáneamente acudir en su amparo ante el litigio de las siglas. En definitiva, no se pueden defender los derechos laborales de los trabajadores, tanto en sede sindical como judicial, con arreglo a las leyes laborales y criminalizar a los comités de empresa, que son las principales fuentes de donde emanan esas Leyes a través de la negociación colectiva.

Evidentemente, estamos en contra de los comités de empresa y, por ende, de las elecciones sindicales; en la misma medida que estamos en contra del transporte privado, de las grandes superficies, de las profesiones liberales o de tener carné de identidad. Pero mientras nos movamos en el mundo del ser tendremos que participar -excepto algunos casos- en comités de empresa, intentar ahorrar un poco comprando en grandes almacenes, coger un autobús de línea, contratar los servicios de un abogado o tener d.n.i. Pero si nos movemos en el mundo del deber ser, entonces somos los primeros en repudiar todo eso.

Si los comités de empresa o los delegados de personal son tan nefastos para los trabajadores, habrá que preguntarse ¿por qué no los fomentan alegremente los empresarios? ¿Por qué el intento de promover elecciones sindicales es causa de despido con tanta frecuencia? ¿Por qué es tan fácil hacer sindicalismo en RENFE y casi imposible en la pequeña y mediana empresa? Sin embargo, en la primera existe comité de empresa y en las segundas escasamente. Acaso ¿están defendidos en igual medida unos trabajadores que otros?

Federación Local de Alicante
Solidaridad Obrera

Enero de 2004

 

 

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