Jose Gabriel Antón

 

ANTÓN. UNA AUSENCIA MUY DOLOROSA

 

A las ocho de la tarde del 15 de julio nos dejó definitivamente nuestro gran amigo, compañero y abogado
José Gabriel Antón Fernández, a los 55 años de edad.
Murió víctima de esa cruel enfermedad que nos está diezmando: el cáncer

 

Antón plantó cara a la enfermedad, que empezó con un grano en el cuello. Un grano que le quitaron en marzo de 2010 y se olvidó ya de él. Se olvidó hasta que en el verano se le inflamó la zona donde había estado ese dichoso grano. Tuvieron que operarle de urgencia quitándole parte del Trapecio, el esternocleidomastoideo y dos nervios. Poco después se le detectó que se había extendido a sus pulmones. En febrero de 2011 con metástasis de pulmón afrontó un nuevo tratamiento americano que le redujo milagrosamente la metástasis y le permitió volver a vivir casi con normalidad.
Luchó denodadamente durante tres años contra el cáncer ganando muchos plazos y calidad de vida, consiguiendo seguir ejerciendo su profesión e incluso jugar al futbol con sus colegas abogados, pero desde principios de este año, vivió una derrota anunciada y brutal pues el cáncer se extendió al cerebro, huesos y médula, la afección se convirtió en irreversible.
Con esta enfermedad hemos visto en primera línea la bajeza del saqueo a lo público, los recortes y consecuencias de la privatización de la sanidad. Antón ha muerto con dolor y de no ser por la fortaleza y valentía de su mujer, hubiese llegado al final tal como inhumanamente predican y defienden desde el poder eclesial y PPolítico.
Donó su cuerpo a la ciencia y sin embargo pudimos despedirle juntos al lograr unas horas de Tanatorio. Allí nos reunimos decenas y decenas de compañeros, colegas, familiares y amigos que le apreciábamos tal como merecía. Incluso Metro, como empresa, estuvo representada en este duelo.
Antón ha estado con nosotros desde nuestros inicios como sindicato, incluso desde antes de constituir Solidaridad Obrera. Nos defendió en miles de pleitos de una manera ejemplar, profesionalmente fue uno de los mejores abogados laboralistas de Madrid. Los trabajadores de Metro le debemos agradecer, por ejemplo, esos permisos por asuntos propios que disfrutamos gratuitamente cada año.
No sólo nos defendió a nosotros, también llevaba a sindicatos como el SUSH de sanidad, a la Nueva Plataforma de la Casa de la Moneda, a trabajadores de Iberia, etc. Defendió a nada menos que 17 víctimas del atentado del 11-M, un caso extremadamente complejo y largo que le gustó llevar. Disfrutaba en los casos más difíciles y aunque no ganaba todo, ni mucho menos, si es cierto que levantaba casos que nadie daría un duro por ellos.
Pero Antón, mucho más que un gran abogado, era mejor persona, humanista puro, libertario, siempre condescendiente, en el mejor sentido de la palabra, con el oprimido, represaliado o discriminado y siempre batallador incansable contra cualquier injusticia.
Antón nos ha dejado un vacío imposible de llenar. Siempre estará en nuestro recuerdo y en nuestros corazones.

 

UN ABOGADO DIFERENTE

Antón tenía bien ganada la fama de ser muy buen abogado laboralista, entre sus compañeros de profesión, por las empresas a las que se enfrentaba y por la gran mayoría de sus defendidos.
En los juzgados, entre tanto abogado engominado con trajes caros y zapatos italianos, Antón destacaba por su sencillez y por el respeto que se ganaba en cuanto empezaba a defender cualquier causa.
Siempre empeñado en defender causas difíciles, ganaba despidos con el razonamiento más original que se podía imaginar, no contando como suele ocurrir, en muchos casos con el agradecimiento del defendido en cuestión. En la Soli siempre decíamos si esto no lo gana Antón no lo gana nadie, a mayor dificultad más empeño ponía.  
Recuerdo alguna de sus clases magistrales de derecho del trabajo, como la que dio en el juicio para que se declarada improcedente la prolongación horaria en viernes y sábados, llevada a cabo por la empresa de manera unilateral y siguiendo el capricho del político de turno. Hizo una exposición tan clara, contundente e ilustrada de lo que eran modificaciones sustanciales de condiciones de trabajo, que los que asistimos al juicio no tuvimos duda de que no era necesario esperar a leer la sentencia.
Pasamos momentos muy divertidos con él cuando en los juicios desmontaba mentiras y ponía en evidencia a alguno de los mandos de la empresa. Estos momentos siempre quedarán con nosotros.
Los que más te conocíamos sabíamos que pudiendo estar en cualquier bufete siempre estarías con nosotros, porque la relación no era comercial, iba mucho más allá.
Recuerdo muchas veces cuando decías aquello de que los trabajadores hemos pasado de ganar todos los juicios en los años 80, a no ganar nada; y qué verdad es… ya lo ves ahora ya nada es inmodificable, ni sustancial ni improcedente. 
Fue muy generoso; por costumbre no pedía provisión alguna, y por ello ya se sabe ni pagado ni agradecido. Cualquier otro profesional con su volumen de trabajo y reconocimiento hubiese tenido unos recursos económicos de los que él carecía, y a los que tampoco daba mayor importancia. Esa sobrecarga de trabajo le hacía desorganizado y llegar a los juicios sin que le sobrara un minuto. Recuerdo su mesa de trabajo llena de carpetas y carpetas; sólo pensar que cada una era un caso asustaba, aunque como él decía, luego alguna estuviese repetida.
Aún con tanto trabajo siempre tenía tiempo para tomar unas cañas y echar unas risas, le gustaba disfrutar de la vida a tope, ya enfermo recuerdo con qué vitalidad me hablabas la última vez que nos vimos de tus partidos de fútbol, de comidas, de vacaciones, esas pequeñas cosas que te hacían feliz. Esa vitalidad te hizo hacer esperar también a la muerte.
En la despedida uno de sus compañeros y amigo dijo “se va un grande”. No puedo mejorarlo.

Abraham Paliza Gea.
Técnico de Línea

 

Anton y Elena

 

QUE HAREMOS SIN TI

Yo le vi por última vez en la Paz, ese mismo día le dieron el alta. Estaba contento de irse a casa.
No sabía que a partir de ese momento su tratamiento iba a ser para controlar sus dolores.
La primera vez que le vi fue hace un porrón de años.
Recuerdo la vez que viajamos a Paris con él en autobus, viaje  interminable, a una reunión internacionalista que desde Madrid organizaba el POSI, si leéis bien. No aguantamos diez minutos los discursos de las delegaciones de todo el mundo, nos dedicamos a hacer turismo.
Las luchas en la fábrica textil donde trabaje muchos años, Bluyve, se las “comió” todas con gusto, siempre rodeado de mujeres..., en su salsa.
Muchas movidas sindicales y personales. Con mi hija, mis padres, mi hermana Pilar que le adora. Mi compañero que pierde un gran amigo.
¿Que haremos sin ti?. Tenerte en el recuerdo siempre. Obligarnos, cuando el tiempo lo borra casi todo, a traerte con nosotros.
Salud José Gabriel Antón, tu amistad nos ha hecho más felices.
Que la ciencia te sea leve, COMPAÑERO, AMIGO.

Elena Diego-Madrazo

 

ANTÓN, AMIGO

Conocí a Antón a principios de los años 80, antes de que fuese abogado. Era un trabajador del Banco Central y militaba en el Sindicato de Banca de CNT. En la unificación de 1984 formó parte de la autodenominada “Tercera vía”, que junto al sector Bondía mayoritario en la CNT-AIT y a la CNT-Congreso de Valencia, conformaríamos la llamada CNT renovada. En ella Antón llegó a formar parte de su Secretariado Permanente como Secretario de Jurídica. Cuando la “justicia” dictó que otorgaba la propiedad de las siglas CNT al minoritario sector ortodoxo, la CNT-AIT, dimos juntos el paso de levantar una nueva organización, Solidaridad Obrera, pues no compartíamos los objetivos (de crecer por crecer) de la naciente CGT: “A nosotros nos gusta jugar al fútbol y preferimos hacerlo todos en un equipo pequeño, que chupar banquillo en un equipo grande” dijo cuando presentábamos el proyecto de Solidaridad Obrera en Valladolid. Esto del fútbol, además de una metáfora, también era realidad, pues le apasionaba este deporte. Fue toda su vida un sufridor del Atlético de Madrid y practicaba con asiduidad este deporte. Recuerdo un partido disputado en un campo del parque del Retiro entre el Sindicato de Oficios Varios (al que cotizaba como un afiliado más) y el Sindicato de Transportes en donde estaba contratado como abogado. Hubo discusión por establecer en qué equipo tenía que jugar Antón, discusión que decantamos a nuestro favor y que nos sirvió para decantar también el resultado del partido. La goleada fue de escándalo, yo mismo marqué tres goles en la segunda parte.
Siguió jugando al fútbol con el equipo del Colegio de Abogados, tema que salía muchas veces cuando “conciliábamos” en el SMAC. Viajaba con el equipo a torneos de distintas ciudades donde además disfrutaba de cenas, comidas y salidas nocturnas con los amigotes. Incluso después de que el cáncer de piel apareciese, allá por 2010, siguió jugando con sus amigos abogados, hasta que el cáncer afectó al cerebro, ya comenzado 2013, produciéndole un ataque epiléptico en el campo de juego, con el consiguiente susto y disgusto para todos los presentes.
La última tarde que pasé con él, pocos días antes de su fallecimiento, hablamos de todo. Por su puesto de juicios; tenía una ilusión bárbara por defendernos el 4 de septiembre de la demanda en la que la Dirección de Metro nos pide 4.747.000 euros por “las pérdidas” ocasionadas por la huelga de junio de 2010; “esa demanda la quiero hacer yo, y la ganamos, la ganamos, estoy seguro” me decía. Y también hablamos de fútbol, de su Atlético de Madrid que, a pesar de las condiciones en las que se encontraba, había ido a ver al campo en la final de la Copa del Rey.
Yo no comparto su pasión por el Atlético de Madrid, tampoco practico el fútbol, ni siquiera tengo seguridad alguna en ganarle juicio alguno a la empresa por mucha que sea la razón que nos acompañe, pero si tenía y tengo una especial relación con Antón; Cuando preparábamos juicios también hablábamos sinceramente y sin tapujos de nuestras vidas, de nuestros problemas de todo tipo. Siempre supe hacerle reír y también hacerle rabiar. Siempre llevaré con orgullo el haber compartido organización, ideas, proyectos y vivencias con él. Antón amigo, ¡esto está ganado!

Manuel Fernández
Trabajador de metro
y militante de la Soli


CONOCÍ A JOSÉ GABRIEL ANTÓN FERNÁNDEZ (ANTÓN)
...

...allá por 1989. Hacía poco que empezó su andadura Solidaridad Obrera, yo en ella; pero Antón desde antes de su creación. Entonces pude comprobar la gran persona que era, un boceto del excelente ser humano en que se convirtió.
Transpiraba optimismo, aunque no hubiese suficientes y realistas razones para sentirlo; esa era una cualidad que le hacía embarcarse en la defensa de causas casi imposibles. Pero su búsqueda incesante de  argumentos favorables conseguía, en no pocas ocasiones, vencer los obstáculos contra todo pronóstico.
Siempre le reconocí luchando a favor de los intereses de los trabajadores, del lado del más necesitado; y con naturalidad empatizó con ellos. Supo cuál era su orilla y los demás dónde podríamos encontrarle.
Sí, es cierto, parecía algo desorganizado; aunque su interés y compromiso por los diferentes temas que le ocupaban complementaba esa forma suya, tan peculiar, de administrarse.
Y, también, fue un excelente abogado y defensor, pero esa faceta es muy conocida. Los trabajadores del Metro de Madrid, por ejemplo, pudimos disfrutar durante años de cinco indisposiciones (el antecedente de los Permisos por Asuntos Propios) totalmente gratuitas. A resultas de una demanda que Solidaridad Obrera interpuso y que ganó la extensión de este derecho para todos. Es uno de los muchos de sus logros.
Pude aprender mucho, al trabajar con él, estrecha e intensamente, en algunos casos especiales. El último en abril de 2006. Cuando defendió, en el juicio penal, los intereses de la viuda de Juan José Cañedo Guijarro, fallecido (junto a Miguel Ángel Muñoz) en el gravísimo y fatal accidente de trabajo del 10 de abril de 2006 en la estación de Puerta del Ángel, que segó la vida de estos dos compañeros. Son experiencias que no se olvidan.
Ha muerto pero no se perderá su ánimo arrollador, al menos en quienes hemos podido compartir momentos con él. Luchador nato, que tenía el hábito de hacer las cosas que a quienes fracasan no les gusta hacer. Se le recordará, sencillamente, como una buena persona. Bien le retrata la reflexión de Aristóteles: “Somos lo que hacemos día a día. De modo que la excelencia no es un acto, sino un hábito”.
Merecía mucho la pena conversar con él. Era un ejemplo en muchos aspectos, y tuve la fortuna de llegar a conocerle un poco.
Podría hablar mucho de él, con él, y no cansarme.

Juan Antonio González Sánchez

 

 

EL CÁNCER NO HA CONSEGUIDO DOBLEGARLE

Tras unos años de intensa lucha, el cáncer nos ha arrebatado a José Gabriel. Han sido unos años de ardua lucha, de sufrimiento, de aguantar hasta el final, de mantener la ilusión, las ganas y, a pesar de que esa maldita enfermedad seguía avanzando, nunca cedió al desánimo, como siempre le recordamos, capaz de hacerle un hueco a la justicia doblegando esta ley tan injusta que nos imponen.
El cáncer le ha matado, pero no ha conseguido doblegarle, Antón, ha seguido siendo Antón hasta el final... el abogado, el compañero, el amigo... con esa sonrisa siempre entrañable, limpia y sincera, permanentemente encendida, compartiéndola con todo aquel o aquella que compartiese con él unos segundos de compañía.
Antón, José Gabriel ha sido un ejemplo de lucha, de no dejarse vencer por una enfermedad cruel y traicionera, el ha conseguido arrancarle sonrisas al dolor hasta su último aliento.
Ya no podremos acudir a él solicitando consejo, ya no puede hacernos ver que la justicia y la ley no van casi nunca de la mano, ya no contesta al otro lado del teléfono, ni llegará pegado al próximo juicio... ya no.
Todos los que, en mayor o menor medida hemos gozado de su compañía, de su sabiduría, de su amistad, no hemos podido evitar llevarnos con nosotros pedacitos de esa personalidad tan especial, por eso José Gabriel permanecerá con nosotros siempre, porque forma parte de nosotros, de nuestras vidas, y además, porque es ejemplo de personalidad, de dignidad, de compromiso, de tantas otras cosas... escribió Antonio Machado “... soy, en el buen sentido de la palabra, bueno...” pues eso ha sido Antón, alguien bueno en el buen sentido.
Es una auténtica fortuna que hubiera elegido a Paloma para compartir su vida. Esa compañera que durante los últimos y más difíciles días de Antón, se mantuvo firme a su lado, mitigando el dolor y dando un auténtico ejemplo de coraje, generosidad, amor y entereza muy difíciles de encontrar.
Sus amigos te agradecemos que durante ese trance tan doloroso hayas estado a su lado suponiendo un alivio infinito, gracias Paloma, nuestra más sincera admiración y eterno agradecimiento.
Muchas muestras de dolor, de condolencias y de cariño han llegado hasta nosotros desde todas partes, incluso, desde aquellos que, desde el otro bando han reconocido todas las virtudes de Antón en el aspecto profesional, pero sobre todo en el personal, esa personalidad tan especial que marcaba a todo aquel que le conocía.
Nada podrá borrar tu sonrisa de nuestros recuerdos, pero nos faltarán tus abrazos, tus comentarios sagaces, tus conversaciones inteligentes, nos faltarás tú.
En estos últimos años, la muerte nos ha golpeado con violencia, de forma atroz, arrancando de nuestra vera a amigos y compañeros irreemplazables, Julián, Rai, Mariano, Joaquín... y ahora José Gabriel, otra ausencia que hace mayor el vacío que nos van dejando, y a pesar de que todos seguirán viviendo en cada recuerdo, en cada enseñanza, cada ejemplo, el peso de todas esas añoranzas comienza a ser muy difícil de acarrear, que la tierra os sea leve, compañeros... amigos.


Javier E. Montero
Técnico de Línea



 

UNA DEFENSA INAPELABLE

Esa mañana estaba en la Sección Sindical de la Soli, mientras Monti se afanaba en dar forma a mi respuesta que había preparado en un pendrive de madrugada, la fatal noticia de Antón nos iba llegando:  “es cuestión de horas”.
Ya en casa, mientras seguían informando al detalle, saqué de mi memoria una sentencia que me había ganado Antón en la época que lavaba trenes. La ganó al abogado de la empresa Vázquez Sartí que ese día debutaba en esas lides bajo los auspicios de la empresa después de haber sido secretario general de CCOO y del Comité de Empresa (¡todo un ascenso!). Años más tarde nos ganó otra, muy interesante y fundamentada,  sobre Derechos de Tutela Sindical. Metro no quería reconocerme como delegado de Seguridad y Salud –me había abierto expediente disciplinario-, pero tuvo que avenirse si no quería pagar una cantidad millonaria y restituirme al mismo tiempo.
Después asistí en calidad de testigo a otras celebraciones. Unas afectaban a compañeros y compañeras por sanciones: Miguel Ángel Arroyo, Iñaki … sobre unas bombas que caían en la antigüa Yugoslavia. Otras eran conflictos colectivos, de cuya elaboración e iniciativa siempre partía del trabajo y tesón de Antón, presionado por los afilados tridentes de turno de Juanito, Poli, Manolo, Abraham y Monti. La de prolongación de jornada en viernes y sábados, resultó interesante y, en sentencia buena para nuestros intereses como trabajadores.
Los inicios de Antón en la defensa de la Soli fueron cruciales para que el Sindicato creciera. Le pagábamos muy poco y nos realizaba un trabajo encomiable. Se propuso dignificar su salario, cuestión que se resolvió sin remilgos y dilación.
Antón nos ganaba todo o casi todo, lo más fundamental. Aquel proceso de las cinco indisposiciones que, por agravio comparativo, disfrutaban unos “privilegiados”, supuso llegar a los más altos tribunales, donde finalmente se ratificó. En esta iniciativa resultó de vital importancia la comparecencia del compañero Crescencio Carretero, que no tuvo inconveniente en declarar que él, dada su categoría, disfrutaba de esas cinco indisposiciones gratuitas, pagadas de bóbilis bóbilis. Su declaración, vital para esta conquista, le supuso una gran cruz de mayo en su expediente; imposibilitando con ello posteriores ascensos. Pese a su innegable preparación personal, profesional e intelectual.
Cuando me quedaba sólo en la Sección por las tardes, desfilaban ante mí un sinfín de delegados de otras secciones sindicales: “Mario danos una copia de esa sentencia que habéis ganado”. Se las daba. Hasta que un día Abraham me dijo: “¡Ni una más, Mario, que las ganen ellos!” No le faltaba razón, el otrora  abogado del SCMM, llevaba sin ganar una sentencia años. Eso sí, en coches bien derrochaba y lucía a pie de obra, BMW’s y otras lindezas.
Antón ganó despidos, restituyó el derecho de las viudas a ingresar, cuestión que a mí me llenaba de orgullo.  Era nuestro Oráculo de Delfos. Algunos sinvergüenzas conocedores del prestigio que Antón tenía, se borraban de sus sindicatos para darse de alta en el nuestro. Y ya con la sentencia ganada desaparecían.
Del prestigio y excelencia con que contaba Antón, bien era conocedora Metro de Madrid. Por ello, en  procesos delicados, agravados y/o sensibles, eran pleiteados contratando los bufetes más prestigiosos y caros, como el de Sagardoy, que pagaban con el dinero público de todos. Metro sabía con quién se medía los cuartos traseros. Con todo, hasta llegaron a tantearle por si quería trabajar para Metro de Madrid. Cuestión que declinó, pues difícilmente resultaba apear a Antón de sus vaqueros, de su libertad de movimientos y retrasos en vilo en su moto, de su eterna insignia de Amnistía Internacional en su corbata de Dúo Dinámico, de su conciencia de clase obrera, principios y formación humanística.
Antón era una mezcla de Georges Moustaki -Ma liberté- y Franco Battiato -Nómadas- en tono carraspero, apariencia y reivindicación.
De su labor y sentencias aprendimos ese lenguaje sibilino que emana del Derecho Romano, donde un grupo de hombres y mujeres se visten de negro como quien va a ejecutar un duelo, pero con palabras, con leyes articuladas, con razón frente a la sinrazón. Era como la mística del Tango porteño, donde engarzados cuerpo a cuerpo uno mete la pierna, el otro se la disloca y la música marca el tiempo, los giros y el final enérgico que está por ver y ejecutarse en nombre de un rey tan campechano como obsoleto. Siempre nos advertía de no sacar conclusiones precipitadas, tras la celebración de un juicio, hasta no contar con la sentencia.
Antón era persona generosa en todos los aspectos. Generoso en la entrega y dedicación hasta la extenuación. Nos queda la deuda, saldo y preocupación de haberle forzado en exceso y dependencia. Un día me felicitó por mi escrito de denuncia al Jefe Médico ante el Colegio de Médicos. Me sentí como ese mozo de aldea al que sacan a bailar un pasodoble apurando un domingo anodino. ¡Tan contento!.
Cuando detuvieron a Pedro “el ojos” en la Comisaría de Sol, al pairo de unas huelgas en Metro en 1998 le habían designado, sumarísimamente, en aquellas dependencias policiales un abogado de oficio. Instamos a Antón a personarse. Hubo que pagar la “venia”  a la abogada de oficio, 10.000 o 15.000 ptas. de la época, y Antón tomó las riendas y defensa. Metro realizaba un uso fraudulento de nuestras fotografías personales en los seguimientos de piquetes. Aparecíamos denunciados en donde no estábamos por arte de birlibirloque. Cuestión que denunciamos ante la Agencia de Protección de Datos. También otras acciones punibles, como la utilización de vigilantes de paisano –que detectábamos fácilmente-  lo que prohíbe la Ley de Seguridad Privada.
Acudí al despacho de Antón los primeros días de enero de este año, para que me llevara dos temas particulares. Se interesó por mi salud, como yo de la suya. Acababa de venir del médico de una revisión. Ya metidos en faena, no me dejó de sorprender su lucidez, asimilación e inteligencia. Me despedí de él con unos Cd’s de Fados, una botella de vino portugués y poco más. Al despedirnos, me mostró esa sonrisa apacible, sincera y perenne que siempre luciera. Su rostro siempre fue una invitación constante para compartir con él su honestidad.
Pocos meses después le acompañamos en los juzgados de lo Social, pues Antón quería celebrar juicio para conseguir el ingreso de la hija de Mariano. Fue la última vez que le vi con toga, pese a que no se celebró ese día la vista.
A las 20:05 del pasado 15 de Julio, Manolo nos whatsappea el desenlace final: “Antón ya se ha ido, acaba de fallecer. En una hora llegará al Tanatorio”. Al tiempo, nos indica la sala y dirección  del  inhóspito tanatorio donde sería conducido y expuesto apenas unas horas.  Manolo, en su precipitada crónica de obituario, apenas comete un desliz seguramente achacable a sus fuentes: “No será expuesto, permanecerá tapado, sin maquillar”. Si ese error lo hubiera cometido Francesco Monteiro Rossi -personaje de la deliciosa novela de Antonio Tabucchi en Sostiene Pereira que con Manolo comparto de años-, hubiera sido fulminado por Pereira del diario “Lisboa, un periódico apolítico e independiente”, hasta que llegó Monteiro Rossi…
Coloqué mis tripas y me fui al tanatorio. La casualidad quiso que llegáramos al mismo tiempo Manolo, Elena, Candela y yo. Yo escuchando mis fados desgarrados, que para un hipotenso siempre resultan más perceptibles.
Los compañeros y compañeras iban llegando. Me gustó ese encuentro que me hablaba de todo lo mucho que habíamos compartido y peleado juntos. Siempre hay desavenencias, todas son salvables menos una vitrina de exposición de un tanatorio en hora cierta.
La presencia de Marga –viuda de Cañedo por aquel brutal accidente mortal no exento de responsabilidades convenidas y solapadas que en su denuncia defendió magistralmente Antón- me conmovió. Como también ver a Ángeles Clemente, que había pedido permiso a Estaciones desde Valdezarza y atravesó todo Madrid hasta llegar. Lxs chicxs de Oficios Varios, tan guapxs y cariñosxs,  tampoco pudieron faltar.  Por sólo citar unas pocas impresiones, pues ciertamente fueron muchas y mi cuerpo no metabolizaba bien.
Había gratitud en la innumerable presencia que se arremolinaba. Era tanta, que rubor daba invadir la sala donde Antón permanecía expuesto. Elena había traído unos claveles rojos, esa flor tan portuguesa. Repartió algunos y fuimos a solicitar que pusieran otros en el féretro.
Busqué a Manolo y le pedí entrar juntos a ver a Antón. Ante la presencia inerte de un cuerpo joven, ya sin vida, donde la toga había sido sustituida por un sudario por horas, nos invadió un acceso plañidero. Buscábamos la sonrisa de Antón, de la que habíamos hablado horas antes. Manolo, con su mano en mi hombro, me decía: “¡No está su sonrisa!”. ¡Claro que sí está! –le indiqué-. Es verdad, me contestó convencido. Siempre habrá de acompañarnos.
El fado de Ana Moura –Despiu a saudade- sonó en mi móvil. Tenía que ausentarme no sin antes, como en los buenos tiempos de vino y rosas, saboreásemos una cerveza en la cafetería 24 horas de aquel tanatorio, ya sin Antón latiendo…inapelablemente.


¡Eterna Saudade!
Mario Fernández Bravo

 

ABOGADO Y MILITANTE

No recuerdo si era en el año 1987, o tal vez el 1988, pero ya estaba afiliada a C.N.T. (antecesora de Solidaridad Obrera). Era el mes de diciembre y había solicitado los tres retrasos correspondientes. Mi sorpresa fue que un día no sonó el despertador y llegué tarde al trabajo. Por supuesto sabía que me supondría una sanción. Llegó el día del juicio y allí conocí a Antón. Estaba nerviosa porque nunca había estado en un juzgado. Nada más llegar, Antón con su cercanía y bromeando me dijo:” estate tranquila que tú  no tienes que hablar”. Bueno, el caso es que no paré de hacerlo. En aquella época cumplías la sanción antes del juicio. Antón al preguntarle al abogado de la empresa el dinero que me habían descontado y éste desconocerlo, solicitó más cantidad de la que me descontaron. Al salir del juicio nos tomamos un café y nos reímos comentándolo. No hay que decir que gané y sin recurso por parte de la empresa.
Algún compañero ya nos ha recordado, lo que los trabajadores de Metro le debemos a su magnífico trabajo. Ahí va una muestra: 5 indisposiciones (P.A.P.) sin descuento para todas las categorías. No tener que prolongar la jornada los viernes y sábados por la prolongación del cierre del servicio. No tener que esperar relevo siempre (ya que era obligarte a realizar horas extraordinarias), ésta última perdida en la negociación del convenio que firmaron el resto de sindicatos obligando a hacerlo dos días al mes.
También  le recuerdo en las fiestas del CSO Minuesa, en tantas cenas y comidas junto a muchos compañeros, en manifestaciones. Eran las dos facetas de Antón, una en su trabajo y otra  con la militancia, donde era uno más. Allí donde tu energía esté, se sumará a la de los compañeros que también nos dejaron. Nosotros aquí la recibimos cada vez que gritamos ¡QUE VIVA LA LUCHA DE LA CLASE OBRERA.

Natividad  Pulido

 

 

ANTÓN, COMPAÑERO

Conocí a Antón gracias a haber sido represaliado en la empresa para la que trabajaba hace unos años. Debido a mis “inquietudes” sindicales decidieron destituirme.
Algún liberado de otro sindicato llegó a decirme que no me preocupase, que tenía tiempo para denunciar, ya que se trataba de una modificación de las condiciones de trabajo. Como en la empresa seguían haciendo movimientos cada vez más extraños, acudí a Antón.  “Se te ha pasado el plazo para denunciar. Es una vulneración de derechos fundamentales” Fue lo primero que dijo al exponerle el caso. Aún así decidimos poner la demanda, la cual fue admitida.
A pesar de que otros compañeros abogados hablaban bien de la jueza en la que recayó el caso, a Antón no le gustaba. La conocía y no era de su agrado. Y no se equivocaba. Perdimos el caso.
Recuerdo cuando me entregó la sentencia. Yo había podido conseguir un testigo, el cual ni aparecía siquiera en ella. La jueza decidió no incluirlo ya que si no el fallo debía ser justo el contrario. Me dijo: Toma.  Enséñaselo a …… A ver si se encuentra.
La empresa declaró (¿podía ser de otra forma?) que no se me había represaliado, ni perseguido en ningún momento. Así que me aconsejó que siguiera con mis labores como si nada hubiera pasado y a trabajar.
Después volvimos a vernos en varias ocasiones. A cada movimiento extraño o comentario, ya estaba yo en su despacho a darle noticia. “Te piensas mucho las cosas” me dijo en una ocasión. Siempre con la confianza y el  tono más de compañero que de abogado.
La última vez que lo vi fue hace dos años. Acudí a su despacho sin cita, ya que me urgía y creía que era importante. Debido a la urgencia no pude dejar a mi hijo de corta edad con nadie y tuve que llevarlo. Como es lógico, tuvimos que esperar hasta que finalizó todas sus consultas. Era tarde cuando pude verlo. Tras exponerle lo que a mí me parecía el caso del año, me tranquilizó. Me dijo que no me preocupase, que no le diera tantas vueltas, que no tenían nada. Debido a la hora mi niño se quedó dormido sobre el escritorio. Mirándolo a él primero y después a mí, me dijo: “Preocúpate de lo importante, anda”
Hablar con esa ternura y sabiduría me emocionó. Y todavía sigue haciéndolo cuando lo recuerdo.
Antón era un bregado y experto abogado. Mi juicio tuvo tres visitas y duro casi un año. Tuvimos bastantes reuniones y entrevistas.  Charlábamos bastante, a veces incluso sobre temas no estrictamente sindicales. Siempre me parecieron muy acertadas sus opiniones y puntos de vista. Era de esas personas que te enorgulleces de haber conocido. De las que ves como su trabajo es algo más que un simple oficio. Es un ejemplo de lucha. Pertenece a ese grupo que Bertolt Brecht definió como IMPRESCINDIBLES.
Hasta siempre, compañero.

Txabi (OOVV)

 

LA VIDA VALE LA PENA VIVIRLA...

José Gabriel Antón, todos le hemos llamado Antón. Así seguirá en nuestro recuerdo… Nos conocimos hace casi una veintena de años, entre los caminos de alguna manifestación y los juzgados de la calle Hernani. No nos veíamos desde hace tiempo, la última vez en alegre charla durante una cena de amigos. Al final, ha muerto… Como aquellos versos de Píndaro, no aspiró a la vida inmortal, pero agotó el campo de lo posible. Día a día, sin palabras decía a todos que la vida vale la pena vivirla, porque las derrotas no se refieren a las circunstancias que las provocan, sino a las personas que las viven. Y Antón siempre ha sabido esto, él, luchador muchas veces de causas perdidas pero justas. Su olfato nos sorprendía: entre las montañas de papeles y expedientes de sus mesas o de las sillas del despacho, oteaba un camino para lograr justicia en los tribunales, esos lugares tan extraños a ella.
Como dice un buen amigo y compañero, Antón era, es, de aquellos que se han peleado de chico en la calle, que conocen el cuerpo a cuerpo y el respeto por el de enfrente, como saben sus colegas de profesión y los jugadores de los equipos de fútbol a los que se enfrentó. Todo sin faltarle la sonrisa y el olvido del dinero, mal cobrador de sus trabajos, generoso con cualquiera que solicitara sus servicios como abogado.
Antón: es un orgullo haberte conocido. ¡Gracias!
¡Qué la tierra te sea leve, compañero!
¡Salud!

Policarpo González Sánchez

 

SOLIDARIDAD OBRERA Y ANTÓN

Con toda seguridad,  compañeros más elocuentes escribirán semblanzas más ajustadas sobre nuestro querido Antón, al que yo siempre llamé personalmente Jose.  Subrayarán su talante humanitario, su trato afable, su profesionalidad y conocimientos legales y también, por qué no, su dificultad en ajustarse a esa férrea autodisciplina organizativa que son capaces de conseguir otros abogados;  porque Antón era así, voluntarista antes que nada.
En esta ocasión quiero referir un hecho, presumo que poco conocido, tal y como lo recuerdo, aunque espero que el tiempo transcurrido y mi frágil memoria no lo tergiversen. Yo conocí a Antón cuando, a mediados de los ochenta, todavía trabajaba en la banca y, con la carrera recientemente terminada, comenzaba  a llevar casos jurídicos para la hasta entonces CNT-Congreso de Valencia  y que comenzaría a llamarse CNT-reunificada. Pues bien, por esa época, la CNT-AIT, considerándose única portadora de la ideología anarcosindicalista, entabló una batalla jurídica denunciando a la otra CNT por usurpación de siglas.
Antón, que ya llevaba la secretaría jurídica del Comité Nacional de la CNT-R, en previsión de que se perdiese ese contencioso de las siglas, registró, junto a otros compañeros, una serie de siglas y denominaciones a las que pudiera acogerse la Organización, caso de no poder seguir llamándose CNT por imperativo legal. Y sí, entre esos nombres registrados figuraba el de CGT (Confederación General del Trabajo) y el de Sindicato Único de Trabajadores Solidaridad Obrera. Una vez perdida la batalla de las siglas CNT,  se utilizaron las de CGT (aunque algunos no las aceptáramos y continuamos llamándonos CNT), pero el resto de nombres ahí quedó.
Por eso, cuando, por desacuerdo con los acuerdos (valga la redundancia) de un congreso de la ya CGT, casi la mitad de la Organización inició un proceso rupturista que culminó con la reintegración de la mayoría y la salida efectiva de una minoría que intentamos  una andadura propia como Organización, la opción de llamarnos Solidaridad Obrera surgió como  un hecho natural. De todo este galimatías de siglas que, a quien no esté familiarizado, le resultará farragoso, la conclusión que se extrae es que a Antón debemos principalmente el llamarnos Solidaridad Obrera, y para él, posiblemente,  nuestra Organización fuese como una hija a la que ayudó en sus primeros pasos y ya a lo largo de toda su vida.

José Ignacio Cabañas Magán.
Agosto de 2013

 

 

UN TÍO GRANDE EN TODOS LOS SENTIDOS

¿Qué  decir  de Antón? Un gran compañero de los que no hay: si algo he aprendido en esta vida en las organizaciones y movimientos en los que he estado, es que la gente que trabaja sin hacerse notar, esos son los auténticos y él es uno de ellos. Yo cuando le conocí y vi lo despistado que era, pensé como este tío puede ser abogado, lo perderá todo, y luego ves con su trabajo, y sobre todo con su forma de ser, que era un tío grande en todos los sentidos.
Compañero y afiliado al sindicato, le importaba más ganar los pleitos sobre todo cuando se tenía razón, que ganar su sueldo, era así, pensaba siempre en lo justo. Gracias a él en Metro se gano las cinco primeras indisposiciones, que fuesen gratis para todos. Eso le hizo mucha pupa a la dirección de Metro.
Los abogados de las diferentes secciones le apreciaban por su buen hacer, también le gustaba comer bien y beber de vez en cuando un vinito o una cervecita. He pasado buenos ratos  con él, pero ya son bastantes los compañeros que nos han dejado, aunque les tengamos presentes, tenemos un hueco muy profundo. No sólo de Antón, también Julián, Rai, Mariano y una lista que sigue aumentando.
Todos ellos me han hecho crecer como persona y los llevo dentro de mí.... como decía un lema que Rai tenía en una camiseta, “nuestros sueños no caben en sus urnas”. Querido Antón y ... os llevaremos dentro de nosotros y vuestro recuerdo simbolizado en los árboles que plantamos en Hontanares (Riaza), será lugar de encuentro para la gente de bien, de este sindicato, como lo fuisteis todos vosotros.

 

José Luis de Roa

Aparecido en Contramarcha 64


Septiembre de 2013

 

 

 

 

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