Detenidos en las Brañoseras

 

LA REVOLUCIÓN ASTURIANA CUMPLE 75 AÑOS

 

El 4 de octubre de 1934 se conforma un nuevo gobierno republicano con el líder del partido radical, Lerroux, al frente y la participación de 3 ministros del partido CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas). Este gobierno, en realidad, es una continuación del que en noviembre del año anterior ha surgido de las elecciones generales y se enmarca en lo que se dio en llamar “el bienio negro” derechista. Sin embargo, en esta ocasión, el nuevo gobierno es recibido con una insurrección generalizada, que en Asturias adoptará su máxima expresión en forma de revolución social obrera.

La insurrección, básicamente dirigida por las organizaciones obreras, comienza por la proclamación de la huelga general en todo el país desde el día 5 de octubre; pero el seguimiento y repercusiones de este movimiento es muy desigual a lo largo de todo el Estado y registra muy diferentes manifestaciones según la región o localidad de que se trate, desde la huelga pacífica y apática hasta la huelga activa y revolucionaria. Las diferentes formas que adopta tienen que ver, sobre todo, con la fuerza, capacidad organizativa y táctica de las organizaciones implicadas.

La huelga general es proclamada por las direcciones estatales del PSOE y la UGT, en ese momento controladas por el sector izquierdista, declaradamente probolchevique, liderado por Francisco Largo Caballero  y rompe con la táctica socialista del periodo anterior de asociación con la burguesía republicana liberal en busca de articular una política de reformas. Este cambio de táctica socialista coincide con un fuerte rechazo a la tibieza de los gobiernos socialrepublicanos por parte de muchos trabajadores y, en especial, por parte de las organizaciones libertarias; a causa de ello la CNT secunda la insurrección, la protagoniza no en pocos lugares y la dota de su impronta de Revolución Social, sobre todo en Asturias. Hay que decir que el movimiento de octubre se caracteriza también por ser eminentemente urbano, dado que la huelga general agraria convocada por la UGT en junio de ese año había supuesto un fuerte desgaste de los sindicatos campesinos socialistas y anarcosindicalistas.


ANTECEDENTES INTERNACIONALES

Tras el fin de la 1ª Guerra Mundial comienzan a perfilarse dos grandes imperialismos expansionistas: el imperialismo económico de Estados Unidos y el imperialismo político de Rusia tras la Revolución de Octubre. La revolución rusa, que galvaniza a grandes sectores de la militancia obrera, parecía demostrar que era posible levantar un régimen de carácter socialista que hasta entonces sólo se adivinaba por ensayos utópicos. Este nuevo régimen articula una nueva Internacional que será un instrumento eficaz de control de la constelación de partidos comunistas locales y convertirá a decenas de miles de trabajadores en peones de la política expansionista exterior de Stalin.

Por otra parte, aparecen con gran pujanza los regímenes fascistas. Las convulsiones y agitaciones sociales, en gran parte derivadas de la crisis económica del 29, causan alarma en la pequeña y mediana burguesía, que se alía con los grandes capitalistas y las cúpulas militares en un intento de aplastar cualquier veleidad revolucionaria. Al madrugador fascismo italiano de Musolini se le unen el alemán de Hitler y el portugués de Salazar.

Caso aparte es el de Austria, en la que el canciller Dolfuss, nombrado por el parlamento, termina suprimiendo ese mismo parlamento y destruyendo todas las reformas sociales y derechos democráticos anteriores. Cuando los socialdemócratas austriacos quieren reaccionar, ya tardíamente, son masacrados por el ejército en febrero del 34. Esta evolución del gobierno socialcristiano austriaco hacia el fascismo, y la incapacidad socialdemócrata de contrarrestarlo, es un importante revulsivo para los partidos socialistas de la época, que les lleva  a fijarse más en el modelo soviético, en el que parece impensable cualquier avance fascista.


LA SITUACIÓN EN ESPAÑA

Como se ha dicho, la política socialista  se basaba en la colaboración con la burguesía republicana liberal para conseguir reformas y leyes progresistas. Estas reformas son boicoteadas desde el primer momento por la derecha reaccionaria y principalmente los terratenientes. Su lento avance, o más apropiadamente estancamiento, provoca la desesperación de quienes habían cifrado tantas esperanzas en la República y la multiplicación de protestas y asonadas. La FAI va cobrando mayor influencia en la CNT, que es indiscutiblemente el mayor sindicato del país, y va imponiendo su táctica de “gimnasia revolucionaria” con pronunciamientos y revueltas, que son reprimidas sin miramientos. La matanza de campesinos en Casas Viejas desprestigia a Azaña y precipita la crisis política que conduce a unas nuevas elecciones en noviembre de 1933. La firme campaña libertaria por la abstención, frente a una República que asesina a los obreros, favorece el claro triunfo de la derecha, que ha conseguido aglutinar en el partido CEDA a monárquicos, católicos, terratenientes y una burguesía protofascista. El líder de la CEDA, Gil Robles, a quien sus seguidores llaman “el jefe” (clara alusión al fürher hitleriano) es declarado admirador de los partidos fascistas y su programa se basa en un nuevo Estado tradicionalista, católico, antidemocrático y antimarxista.

Una de las claves de los sucesos del 34 es la sorprendente deriva de los socialdemócratas. Dentro del PSOE, y poco después de la UGT, va cobrando mayor peso, como ya decíamos, la facción izquierdista, encabezada por Largo Caballero, que es llamado por sus partidarios “el Lenin español” y que también ha ido evolucionando desde sus posiciones reformistas, primero como Consejero de Estado con la dictadura de Miguel Primo de Rivera, después como Ministro de Trabajo en la República, cargo desde el que, por cierto, se ganó a pulso la antipatía anarcosindicalista. Declarado partidario, después, de la Revolución Social como única forma de parar los pies a la amenaza del fascismo, ha ido desplazando a las facciones moderadas de Julián Besteiro e Indalecio Prieto.
 
El nuevo gobierno derechista de la República comienza a desmantelar todos los avances legislativos, y al “bienio reformista” sucederá el “bienio negro”. Para los socialistas debe ser difícil de explicar a sus bases que la República que tanto han idealizado pueda convertirse también en instrumento de la reacción. Esta desilusión, unida al temor  ante el avance fascista, propicia los intentos de unidad entre las organizaciones y partidos obreros, como la Alianza Obrera de Cataluña entre los socialistas, nacionalistas de izquierda, comunistas no estalinistas (Bloque Obrero y Campesino) y sindicatos escindidos de la CNT (trentistas). Esta Unidad Obrera tropieza con la oposición mayoritaria de la CNT, escarmentada con los socialistas en su etapa de gobierno, aun cuando son varias las regionales abiertamente partidarias de esta unión (como la asturiana, por ejemplo). También se opone, hasta última hora, el PCE, partido en expansión pero numéricamente muy pequeño, porque la consigna de Stalin es la alianza con la burguesía liberal en la forma de Frentes Populares y no la unidad puramente obrera. El 18 de marzo de 1934 la regional asturiana de la CNT, en virtud del pacto federativo y la autonomía de las federaciones, firma con la UGT un pacto unitario que toma la forma de Alianza Obrera Revolucionaria (a la que a última hora se adhiere también el PCE tras haberla atacado con saña repetidamente) y pone nuevamente el tema sobre el tapete, de manera que, cuando se producen los acontecimientos de octubre, la CNT está  todavía pendiente de adoptar una decisión orgánica sobre las alianzas y la unidad con UGT.

 

Blindado en La Felguera

Blindado de los cenetistas de la Duro

 


DESARROLLO DE LOS ACONTECIMIENTOS A NIVEL NACIONAL

A pesar de que se ha querido presentar la Revolución de Octubre como un movimiento casi localista centrado en Asturias, lo cierto es que tiene repercusión en todo el Estado, adquiriendo diferentes intensidades según la correlación de fuerzas actuantes. He aquí algunos ejemplos:

En Madrid, la Huelga General proclamada el 4 de Octubre se extiende hasta el 15, es pues la más larga tras la de Asturias. Las milicias de las Juventudes Socialistas, secundadas en muchos casos por las Juventudes Libertarias, atacan edificios públicos gubernamentales (en particular el Ministerio de Gobernación) y centros de comunicaciones, enfrentándose con la fuerza pública con escaso éxito. La CNT madrileña, que ha crecido mucho numéricamente en los últimos años, en un feudo tradicionalmente socialista, exige a los socialistas que compartan información y armas. El comité revolucionario de Centro llega a proclamar que ante la posibilidad de que los socialistas puedan traicionar el movimiento la CNT se haría cargo de él, dirigiéndolo hacia el comunismo libertario.

En Cataluña adquiere un tinte nacionalista, ya que Lluis Companys, desde  la Generalitat, declara el Estado Catalán, dentro de una hipotética República Federal Española. En algunos pueblos el poder es tomado por la Alianza Obrera; a la vez se producen cientos de detenciones de militantes anarcosindicalistas para que la CNT, absolutamente mayoritaria en Cataluña, no intervenga imprimiendo al movimiento un carácter obrerista, ya que tradicionalmente se opone al nacionalismo burgués. Precisamente la exclusión de las masas anarcosindicalistas priva de la fuerza necesaria al movimiento. Se bombardea la Generalitat y se produce la desbandada. Muchas veces se ha dicho que las armas abandonadas por las milicias de ERC y la fuerza pública aparecerán, en julio del 36, en manos de los cenetistas.

En Euskadi, por contra, son los nacionalistas los que se inhiben. El derechista PNV, temeroso de los obreros armados, ordena la pasividad de sus bases, en especial de los afiliados al  potente STV (Solidaridad de los Trabajadores Vascos). Los militantes de la UGT, fuerte en algunas zonas, junto con los anarcosindicalistas y los comunistas se baten en los pueblos más industrializados. Se producen algunas ejecuciones, como la del conocido empresario reaccionario Marcelino Oreja. El fracaso del movimiento deriva principalmente de la indecisión de los dirigentes socialistas locales, sobre todo en Bizkaia, feudo de la UGT y base política de Indalecio Prieto, ello acelera la desmoralización de los obreros socialistas. Al concluir el movimiento ha habido medio centenar de muertos, entre los revolucionarios, tras los enfrentamientos y se producen miles de detenciones.

 

Detenidos en Gijón son conducidos a la Iglesiona

 


REVOLUCIÓN SOCIAL

Es en Asturias donde la rebelión de octubre alcanza plenamente el carácter de revolución. Asturias cuenta con una población de 800.000 habitantes, de los que unos 100.000 son población obrera activa, la mitad de ella son trabajadores de las minas y la metalurgia. Los sindicatos cuentan con un porcentaje de afiliación cercano al 70% (de los mayores de España). Las fuerzas obreras se agrupan así:

UGT, tiene unos 40.000 afiliados; más de la mitad de ellos se integran en el poderoso SOMA (Sindicato Obrero Minero Asturiano). De ellos, 8.000 pertenecen al PSOE y 18.000 a las Juventudes.

CNT, cuenta con 22.000 miembros, sólo 1.200 de ellos son mineros. Su feudo es Gijón y La Felguera. La FAI  (Federación Anarquista Ibérica) tiene unos 600 militantes y las Juventudes Libertarias varios miles.

CGTU (Confederación  General de Trabajo Unitaria), tiene cerca de 3.000 afiliados, principalmente mineros, casi 1.000 de ellos pertenecen también al PCE.

Los comunistas no estalinistas cuentan con muy escasa implantación, unos 25 miembros del Bloque Obrero y Campesino y otros tantos de Izquierda Comunista. Además hay más de 1.500 afiliados al Sindicato Católico (llamados amarillos).

El 10 de septiembre ya se había producido el frustrado desembarco de unos cientos de fusiles y algunas ametralladoras, amén de abundante munición, en San Esteban de Pravia, desde el barco Turquesa. La operación, ideada por el diputado del PSOE Indalecio Prieto, que pretendía derivar oficiosamente armas pertenecientes al Ministerio de la Guerra a los revolucionarios portugueses, fue organizada con sospechosa torpeza, y financiada con 350.000 pts de los fondos del SOMA.

El primer acto importante de la Revolución de Octubre es el asalto y toma de los cuarteles de Guardia Civil y Guardia de Asalto en Mieres, que se repite en muchos otros pueblos de la comarca. Columnas de obreros marchan sobre Oviedo y ocupan la mayor parte de la ciudad. La famosa consigna del movimiento es UHP (¡Unión Hermanos Proletarios!) que atestigua la unidad real que existe entre las bases de las organizaciones obreras. Los dirigentes socialistas asturianos se entregan con entusiasmo a la revolución, aun cuando guardan serias reservas sobre la actitud de la dirección nacional. Los comités obreros que surgen en todas las zonas liberadas organizan los servicios de abastecimiento, transporte, sanidad... Se proclama el comunismo libertario (abolición del dinero, de la propiedad privada de la tierra y medios de producción...) en los núcleos en los que la CNT tiene mayor implantación; y se intenta organizar  la dictadura del proletariado y la militarización en el Ejército Rojo (con desfiles y maniobras de obreros) allí donde son más fuertes los socialistas y comunistas. A este respecto, Fernando Solano, participante en los hechos, en su obra “La Revolución de Octubre. Quince días de Comunismo Libertario”, reproduce dos manifiestos redactados en el pueblo de Grado, de mayoría cenetista. Uno habla, de forma sorprendentemente lírica, de cooperación voluntaria al trabajo común y de un futuro mejor, tratando de persuadir a la población con un discurso de quizá ingenua confianza en la nobleza natural. El otro, de inspiración comunista, cita órdenes inexorables, castigos rigurosos, obediencia ciega a los jefes... y refleja una desconfianza patológica hacia la libertad individual. Son dos visiones antagónicas, la libertaria y la autoritaria, que se han mantenido y se mantendrán en el tiempo.

Es el caso que Asturias ha quedado prácticamente aislada y el movimiento derrotado en todos los demás lugares. El general Franco, amigo y asesor del ministro de la guerra, Diego Hidalgo, le aconseja lanzar, además del ejército regular, a la legión y los tercios de regulares contra los revolucionarios. Se encarga al general López Ochoa la dirección de las fuerzas para sofocar la revolución. Se establecen dos frentes principales, Oviedo al norte y Campomanes al sur. La presión del ejército sobre los revolucionarios, los bombardeos terrestres y aéreos de ciudades y pueblos, se suma a la escasez de armas y de municiones, hasta el punto de que las milicias revolucionarias casi solo cuentan con los cartuchos de dinamita, que prestaron buenos servicios desde los primeros momentos. El 18 de octubre, cuando aún se combate en varios lugares, se negocia la rendición con el ejército, la Revolución ha sido derrotada.. Se han producido más de 1.200 muertos entre la población (la mayoría revolucionarios) y unos 300 entre los militares y guardias. Toda la prensa de derechas inicia una feroz campaña de calumnias sobre el periodo revolucionario con el fin de propiciar un sanguinario escarmiento. Se realiza una represión salvaje, a cargo principalmente de la guardia civil, con matanzas indiscriminadas, miles de detenidos torturados (hasta 15.000 probablemente), alguno hasta la muerte. Las organizaciones obreras quedan  seriamente quebrantadas.


A MODO DE CONCLUSIÓN

Según parece el secretario general del PCE, José Díaz, se entrevistará con Francisco Largo Caballero para proponerle una reivindicación conjunta del movimiento asturiano. El líder socialista, ya entonces, niega su implicación en los hechos y exculpa a la UGT y el PSOE de ellos. La versión oficial socialista es la de que no se fue a la revolución sino que se convocó huelga general defensiva para presionar al gobierno republicano con el fin de mantener las reformas legales del gobierno anterior. Esta “corrección política” es mantenida hasta el día de hoy por los socialdemócratas, que nunca reivindicaron la revolución asturiana. Gracias a este silencio socialista, y a la posterior debilidad del movimiento libertario, fue posible que el partido comunista, que se incorporó a última hora a la Alianza Obrera, y recordemos que tenía una fuerza reducida, realizase una amplia y persistente campaña reivindicativa de un protagonismo en los hechos que en realidad no tuvo.

La insurrección de octubre del 34 y la revolución asturiana son prácticamente “olvidados” por la historia oficial en nombre de la corrección política y su aniversario transcurrirá envuelto en una total indiferencia, pero al menos algunos nos empeñamos en recordar y, si es posible, extraer enseñanzas para el futuro.

 

José María Martínez

José María Martínez

 

Discurso de José María Martínez (CNT) el 1º de mayo de 1934

José María Martínez, líder de la CNT asturiana e indiscutible hombre de la clase obrera. (Cangas de Onís, 1884 - Sotiello, 1934). Se destacó en la revolución del 34 en la que perdió la vida, siendo encontrado muerto el 12 de octubre, a ocho kilómetros de Gijón. José María Martínez estaba con el pecho taladrado por una bala de fusil Máuser, tendido sobre la trinchera del ferrocarril de Langreo. Reproducimos su discurso del 1º de Mayo de 1934 en el que ya tenía como horizonte la realización de la revolución. En ese Primero de Mayo organizado por la recién creada Alianza Obrera de Asturias, se celebró a las seis de la tarde un mitin en la Casa del Pueblo de la CNT de Gijón. Hicieron uso de la palabra Ángel Martínez, socialista, que presidía la mesa, Emilio García, en representación de Izquierda Comunista, Inocencio Burgos, por la UGT, y José María que habló en nombre de la CNT.

Las palabras pronunciadas por José María Martínez quedaron recogidas en el diario asturiano Avance de la siguiente forma:

 

Empieza refiriéndose al Primero de Mayo de 1885, cuando ocurrió la tragedia de Chicago con motivo de una manifestación de trabajadores que reclamaban una menor jornada y un mayor salario, dado que entonces las jornadas eran por lo menos de doce horas y los jornales tan míseros que no alcanzaban a cubrir las necesidades más perentorias de las familias obreras, y en cuya jornada se detuvo a bastantes obreros, cuatro de los cuales fueron ejecutados, otro hubo de suicidarse en la prisión y unos cuantos quedaron encarcelados.

A pesar de aquella tragedia, aquellos hombres que se levantaron contra el estado burgués tenían razón, puesto que hoy se trabajan jornadas de ocho horas y aun de siete y pronto se conseguirá la de seis horas. Aquello ocurrió porque el capitalismo engendró el hecho y no porque los propagandistas suban a las tribunas, ya que sólo la burguesía con sus egoísmos ocasiona tamañas tragedias. Por haber propagado cosas parecidas muchos hombres han sido sacrificados y tal vez si en España Gil Robles provoca la revolución y ésta es vencida, muchos otros seremos también sacrificados, porque, aunque lleva como símbolo una cruz, también lleva un sable, y quizá maneje mejor éste que aquella.

Para evitar esto hemos formado la Alianza Obrera, regionalmente, y si se hubiese hecho ya nacionalmente, tal vez estaríamos ahora cerca de conseguir lo que nos proponemos. Si no hubiera habido tanta incomprensión en los que la combaten, otra sería ya nuestra suerte. La Alianza, sin embargo, está hecha, y el que quiera venir a ella, puede hacerla, pero quienes la critican, que se den cuenta primero de lo que critican. La Alianza no va a hacer la revolución; ésta la hará Gil Robles. La revolución no la hará un partido, porque ya pasó la época de las cuarteladas; la revolución tiene que estar en el ambiente para que se produzca, y este ambiente es el que ahora se está formando y el deber de la Alianza es saber recoger los sentimientos de la masa, porque los revolucionarios no hacen más que ser portadores de lo que sienten las masas. La revolución es obra de muchedumbres y no de agitadores, y los obreros ya saben, si la revolución se produce, cuál es su deber.

Estoy convencido de que la revolución la provocará Gil Robles, pero hay que tener en cuenta que en esto sucede lo que en el juego de pelota, que uno es el que hace el saque y otros son los que recogen aquélla. Aquí el que va a sacar es Gil Robles. Veremos a ver quién recoge luego la pelota y a manos de quién va a parar. Gil Robles quiere hacer la revolución desde arriba y nosotros quizá le ayudemos desde abajo. Arriba está la espuma, abajo los cimientos de la revolución. Si ese caso llegase, yo digo a las mujeres que me escuchan que si algún hombre hubiera tan cobarde que se quedase escondido en su casa, que ellas sean lo suficientemente valerosas para echarlo de ella.
Hay quien dice que las revoluciones no se hacen a gusto de todos. Nunca se hace nada a gusto de todos. Lo que conviene es que se haga y que se establezca un régimen que reconozca el derecho a la vida a todo el que trabaja y que condene al hambre a los zánganos. Este es el único programa que tiene la Alianza para llevar a cabo sus propósitos. ¿Cómo se ha de organizar luego la sociedad? Eso serán las grandes comunidades de obreros y los sindicatos los que organicen la producción, la distribución y el cambio. En la sociedad futura, cada cual podrá pensar como mejor entienda, pero lo importante es que nadie viva a costa de los demás. Queremos un régimen de trabajadores en el que éstos, por interés propio, por conveniencia mutua, se entiendan, y como los obreros ya están capacitados para regirse, el desorden no existirá. Será una fraternidad quien lo rija para que la libertad de cada uno no tenga más limite que la libertad de los demás. Un régimen en el que todo lo que hoy se gasta en comprar barcos de guerra y armar ejércitos, se emplee en obras y en todas las fuentes de riqueza para que la sociedad alcance el grado de perfección necesaria, sin desviaciones en su progreso.

Termina el compañero José María con un hermoso canto a la solidaridad humana dentro de la sociedad futura y leyendo antes unas frases de la madre y de la tía de Lingg y de la mujer de Parsons, dos de los héroes de la tragedia de Chicago, que son muy celebradas, siendo aplaudidísimo al terminar su brillante oración.

Finalizado el acto, el presidente, Ángel Martínez, leyó las conclusiones. En ellas se protesta contra la ley de amnistía y se pide que se amplíe para todos los delitos políticos y sociales hasta el momento en que fue votada por las Cortes; jornada máxima de seis horas; protesta por la vulneración de las leyes sociales y el restablecimiento de la pena muerte; protesta por el amparo que el Estado presta a las fuerzas reaccionarias y fascistas, cercenando, en cambio, las libertades de las organizaciones políticas y sindicales de clases. También se protesta contra la pasividad del Gobierno ante los conflictos sociales de Zaragoza, Valencia, Madrid y otros puntos; se pide un mejor trato para todos los hombres dentro de las cárceles españolas; derecho de asilo para Trotsky; contra la guerra y la conquista de territorios; ejecución de las obras de carácter público en las localidades, y en Gijón la edificación de algunas construcción para el Instituto de Previsión, Banco de España, Escuela de Industrias y asentamiento de la vía del ferrocarril Ferrol-Gijón.

Estas conclusiones fueron entregadas al alcalde, que las remitió al gobernador. El acto terminó dentro del mayor entusiasmo. La autoridad había desplegado gran lujo de fuerzas, que resultaron innecesarias.


Avance, 2 de Mayo de 1934.

 

Aparecido en El solidario nº 15


Otoño 2009

 

 

 

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