«La Iglesia vuelve a iluminar, pero por desgracia no ardiendo»

 

Todo lo que un grupillo de chicas es capaz de hacer.

Una acción simbólica en denuncia de la lesbofobia y el odio y discriminaición en función de la orientación sexual o una canción paródica pidiendo que la virgen María se haga feminista y -oh, milagro- haga desaperecer al gobierno son suficientes para que el poder se sienta amenazado.

Las tres integrantes del colectivo Pussy Riot están dando una lección de honestidad a todo el mundo. Su único crimen, además de ser mujeres jóvenes contestatarias, es hacer una crítica a la situación política de su país -por desgracia muy extendida y común a todas las llamadas democracias occidentales- en donde la separación entre iglesia y estado es tan solo un supuesto, un prerrequisito ideal. Denunciar las injerencias entre las esferas civiles y eclesiásticas se reprime bajo la acusación de blasfemia. En definitiva, se utliza la ley bíblica, tamizada por los intereses terrenales, para dictar sentencias en los tribunales civiles y reprimir cualquier crítica al status quo.

En el estado español, «católico, apostólico y romano» estas cosas nos suenan. En los últimos años casos como el de Javier Krahe y artistas como Leo Bassi, asociaciones como Ateos en Lucha y AVALL, sindicalistas como Julio Reyero de CNT, militantes feministas como las que realizaron una performance en la capilla de una universidad pública… son algunos de los damnificados por las denuncias interpuestas por distintos grupos ultras, integristas religiosos e instituciones católicas.

Todos los anteriormente citados han sido denunciados judicialmente, y escarmentados en muchos casos a través de medios de comunicación «conservadores», por haber expresado libremente su opinión. El delito en el que se amparan los denunciantes es el de «ofensa a los sentimientos religiosos», un cajón de sastre que remite al concepto de «blasfemia» y que permite la criminalización de la disidencia y en muchos casos se utiliza para la persecución judicial y política del ateísmo.

El caso de las Pussy Riot ha dado dimensión internacional a esta cuestión. Como ellas mismas dicen, independientemente de la sentencia, hemos ganado. Ellas simplemente cantaron. Nosotras no olvidamos que la única iglesia que ilumina es la que arde.

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