La globalización ha supuesto una transformación radical de las necesidades del capitalismo que ha trasladado el aparato productivo a países en los que los beneficios son mucho mayores en función del grado de explotación cuasi esclavista que aplica. Por otro lado, la salvaje financiarización de la economía ha transformado la deuda y su culpabilidad en el verdadero motor de la acumulación capitalista y en el dispositivo de gobierno y opresión. Durante las últimas décadas, la clase trabajadora europea ha vivido inmersa en un proceso de desclasamiento, dirigida hacia un espacio imaginario de “clase media”, lo que le ha permitido acceder a niveles de consumo y prestaciones (sanidad, educación,…) impensables años atrás, todo ello a costa de la explotación secular de los países del tercer mundo y del sector más precarizado de la propia clase trabajadora.
En este contexto, Europa camina hacia el desmantelamiento y privatización de los sistemas de protección social, la caída brutal de los salarios, el incremento incesante de las masas de parados y excluidos, mientras la desigualdad se dispara de forma más acusada en los países del este y sur europeos.
En este nuevo proceso de recomposición y de acumulación del capital, lo político ocupa un lugar totalmente subordinado a lo económico. El Estado, que siempre supuso un elemento fundamental en la dominación, ahora desempeña esa misma función bajo las órdenes directas de las multinacionales.
Asistimos a una crisis estructural del capitalismo que se traduce en la introducción de nuevos y más poderosos sistemas de dominación y explotación, a lo que se añade ignorar las crisis medioambiental y energética, lo que ya plantea nuevos y graves retos a la humanidad.
Necesitamos un cambio profundo
Es necesario analizar la extinción de las formas clásicas del proletariado industrial, la proliferación de innumerables formas de subempleo y precariedad que hunden aún más los salarios y contribuyen a disciplinar a los que aún lo conservan.
No hay que confiar en un sistema en el que, gobierne quien gobierne, todo sigue igual y no puede cambiarse desde dentro, porque el verdadero enemigo de trabajadores y excluidos son las propias instituciones del Estado capitalista, y lo que representan:
– Legitiman la desigualdad y la explotación: no se cuestiona en manos de quién está la riqueza.
– Legitiman un modelo de crecimiento ilimitado, basado en un incremento constante de la productividad, en un consumo desaforado, que despilfarra los recursos del planeta y que no atiende a las necesidades básicas de la gente, un modelo que ellos llaman “crecimiento”.
– Legitiman las jerarquías, vaciando de contenido la participación política al limitarla al depósito periódico de una papeleta en una urna.
No solo falla la “política”, falla el sistema
Ante el incremento de la protesta y el malestar, el sistema político-económico necesita legitimarse y para ello trata de encauzar los conflictos dentro de los limites institucionales, mediante propuestas despolitizadas e interclasistas, promovidas desde la izquierda del capital que, ocultando en ocasiones la existencia de la lucha de clases, siempre aceptan la lógica del Estado, reforzándolo con la promesa de una vuelta imposible al “estado del bienestar”. Un estado que nunca dejó de tener un carácter capitalista y explotador.
Ante esta situación…
Solo caben propuestas radicales, que vayan a la raíz de los problemas:
.- Buscamos un proceso de reapropiación colectiva de las riquezas y del cambio del sistema productivo alternativo al capitalismo y a la explotación de la naturaleza.
.- Apostamos por una economía autogestionada y sostenible que conduzca al bienestar social de todas las personas, garantice las necesidades básicas, defienda el apoyo mutuo y la cooperación, y ponga en valor los trabajos orientados al cuidado y mantenimiento de la sociedad.
.- Luchamos por una sociedad equitativa y contra las desigualdades de género, de clase o de raza; contra el patriarcado, el racismo y la discriminación por orientación sexual, utilizando mecanismos colectivos de resolución de los conflictos.
.- Queremos una sociedad abierta, garante del libre movimiento de migrantes y de su participación en condiciones de igualdad: esta es la única Europa que nos interesa.
El descontento debe de ser un punto de salida, no puede suponer la paralización. Nada es posible sin esfuerzo, nada esencial cambiará sin acabar con el capitalismo, las oligarquías y su acumulación de poder y dinero. Lo que seamos capaces de construir será resultado de luchas, sacrificios y de la multiplicación de conflictos. El capitalismo no es un sistema infinito, sino finito y superable.
Nosotros, activistas del Estado español, Francia, Grecia, Italia y Portugal hacemos un llamamiento a la colaboración con las poblaciones de los países de la periferia europea, sin olvidar los sectores más deprimidos de los países centrales, para intercambiar experiencias autogestionarias, tejer redes de apoyo mutuo y preparar estrategias de lucha común.
Al mismo tiempo, llamamos al boicot activo del circo electoral europeo, al no pago de la deuda y a la coordinación entre todos los movimientos alternativos de nuestros países para extender la lucha en la calle.
Asamblea de Colectivos Libertarios Europeos (ACLE)
Solidaridad Obrera forma parte de ACLE junto con otros sindicatos, colectivos, ateneos, movimientos sociales, editoriales y grupos de la Peníncula Ibérica, Francia, Grecia e Italia.