PRIMERO DE MAYO: ORGANÍZATE Y LUCHA
Los papeles de Panamá, Mario Conde, Bárcenas, Gurtel… todos estos nombres se nos han vuelto familiares. Es la corrupción, la gran gangrena, nos dicen desde los periódicos y televisiones. Es el gran problema de nuestro tiempo.
Ciertamente, los trabajadores sabemos mucho de la corrupción de los ricos y los empresarios: de las horas extraordinarias no pagadas y obligadas; de las prácticas formativas en las que no se aprende nada, pero se trabaja gratis o casi gratis; de los salarios o pluses desaparecidos en las nóminas; del trabajo negro forzado por ser migrante o por estar en situación de exclusión y necesidad; de las medidas de seguridad y salud ausentes o pagadas por los propios trabajadores; de todas esas corruptelas diarias que hacen que los patrones se enriquezcan y que, como todo el mundo sabe, “nadie se haga rico trabajando”.
Pero de esa corrupción no se habla: la corrupción cotidiana, la corrupción del sistema del trabajo asalariado.
Mientras los ricos se llenan los bolsillos con todas sus corrupciones, “las fuerzas del cambio”, los “progresistas” que quieren que todo cambie para que nada cambie, nos cuentan que es posible hacer una extraña operación: separar lo laboral, que se supone que ya no existe, de las obligaciones ciudadanas. Mantener las reformas laborales, flexibilizar y precarizar el trabajo, fomentar las prácticas para-laborales y a los falsos autónomos, conservar las privatizaciones realizadas anteriormente y no remunicipalizar los servicios públicos esenciales…y, al mismo tiempo, pretender que los ricos paguen más impuestos.
Esa clase dirigente para la que trabajamos día tras día, en jornadas interminables cuya extensión ya nadie discute, esas gentes con leyes hechas látigos en sus manos, que pueden cambiar unilateralmente las condiciones de trabajo, incluido el salario, que pueden hacer EREs sin motivo, que pueden contratar, subcontratar y ceder trabajadores como quieran, en las condiciones que quieran y al precio que quieran, van a pagar más impuestos porque hemos nombrado unos representantes muy listos que, sin embargo, son incapaces hasta de ponerse de acuerdo entre ellos.
El sistema capitalista funciona en base a la corrupción. La corrupción cotidiana llamada trabajo asalariado. Sólo podrá ser derribado cuando entendamos que esa corrupción sólo acabará cuando el trabajo productivo y de cuidados sea liberado. Cuando los trabajadores se hagan conscientes de su propia fuerza colectiva y la ejerzan. Cuando no nombren representantes sino que representen una marea incontenible de sindicatos, cooperativas, asambleas populares, colectivos y ateneos. Un contrapoder real, el armazón de una nueva sociedad.
Es de nuevo 1º de Mayo. Y los medios no hablan de ello sino de la corrupción de los ricos. Acabemos con ella haciendo a los trabajadores y trabajadoras protagonistas de sus propias vidas.