No salimos de nuestro asombro, la sociedad ha vuelto a la casilla de salida. Aquella casilla de salida que nuestras abuelas y madres dejaron atrás a base de muchas luchas y reivindicaciones, consiguiendo para las mujeres los derechos que hoy disfrutamos, que dábamos por sentado y que debemos seguir defendiendo y peleando por ellos.
A la víctima de «La Manada» la han violado ya demasiadas veces en su corta vida. La primera vez, la que todos sabemos. La segunda vez, durante el juicio, cuando se cuestionó por parte de algunos involucionados la veracidad del testimonio de la víctima por haber conseguido sobrevivir y seguir adelante con su vida. En definitiva, la penalizaron por haber salido de fiesta y haber tomado unas copas. La tercera vez fue cuando le cae como un jarro de agua helada una sentencia indigna que sonroja a cualquiera que tenga madre, hermana, hija o un poquito de dignidad.
Esta sentencia es otra violación, no sólo a la dignidad de una muchacha cuyo único error fue confiar en un sistema judicial que es patriarcal y anacrónico, sino también a toda la sociedad. No podemos seguir confiando nuestra seguridad y nuestra libertad a un sistema corrupto, misógino, machista y anclado en la Edad Media. Las leyes están hechas por y para los hombres, lo que genera desconfianza en la Justicia, leyes que nos exigen a las mujeres autoprotección restringiendo nuestras libertades y derechos. El sistema no funciona en una sociedad que se supone avanzada, una sociedad que debería ser igualitaria, basada en el respeto y en la libertad individual de las personas, sean hombres o mujeres. Si queremos vivir en una sociedad avanzada e igualitaria debemos educar a nuestros padres, hijos, hermanos y compañeros, en la igualdad y el respeto y no en la violencia y el abuso.Al fin y al cabo, todos, tanto hombres como mujeres somos personas, con las mismas ilusiones, los mismos miedos, las mismas alegrías y las mismas penas. Al fin y al cabo, todas y todos somos seres humanos.
Hay que romper el silencio, llevamos ya demasiado tiempo calladas. Debemos gritar bien fuerte para ser escuchadas por aquellos que no nos quieren escuchar, que miran hacia otro lado, que pertenecen a ese patriarcado casposo y que además lo defienden. Hay que romper el silencioy empezar a defendernos de los depredadores porque ya no tienen cabida en la sociedad que queremos construir y mucho menos entre nosotras. Hay que romper el silenciopara gritar que lo único que queremos es igualdad, respeto por nuestras vidas y nuestra libertad. Hay que romper el silencioy gritar que no tenemos miedo, que haremos lo que haga falta para que los violadores no queden impunes y para que las víctimas no sean humilladas por la sociedad ni por el sistema.
Hay que romper el silencio para decirle a la víctima de La Manada que no está sola, que todas estamos con ella.