Un drama como el que hemos vivido y previsiblemente seguiremos viviendo durante tiempo, nos ofrece la posibilidad de pensar, de sentir, de entender, … en definitiva la posibilidad de cambiar.
De cambiar socialmente, pero también desde el punto de vista personal.
Dice el refrán que ‘no hay peor ciego que el que no quiere ver’. Y desgraciadamente es cierto: durante años, a pesar de la evidencia del desmantelamiento de los servicios públicos, la sociedad ha mirado para otro lado.
En el aspecto sanitario porque, pese a la evidencia del deterioro (disminución de la calidad, listas de espera incompatibles con la salud y la vida, …), la sociedad se ha limitado a una solución ‘individualista’: huir –quien ha dispuesto de medios económicos para ello- de la Sanidad
Pública y buscar la solución en las pólizas de seguros privados. ‘Y quien no tenga para ello, que se aguante’.
Solución, repetimos, individualista, que ha contribuido al desastre vivido por la pandemia, al encontrarnos con una Sanidad Pública descapitalizada, desmantelada, privatizada en gran parte y sin la capacidad de respuesta necesaria; solo paliada por el enorme esfuerzo de sus trabajadoras y trabajadores, esfuerzo que en muchas ocasiones han pagado con su propia salud.
Consideración aparte debería realizarse de lo sucedido en las residencias de mayores, sector altísimamente privatizado y con una evidente carencia de medios, personal y, por lo tanto, de calidad.
La indignidad que han padecido nuestros mayores, la más que evidente conducta criminal de las Administraciones Públicas en comunidades como Madrid debe tener, inexcusablemente, consecuencias.
Pero en ambos sectores, sanitario y socio-sanitario, deberíamos tener en cuenta que “si se recorren los mismos caminos llegaremos al mismo sitio”.
Y decimos esto porque es más que conveniente recordar que en Madrid, durante 2012-2013, se hizo todo lo posible por convencernos de que “se había frenado la privatización” y como hemos podido comprobar en nuestras propias carnes, era mentira y solo se trataba del más burdo manejo.
Tampoco deberíamos olvidarnos de que el deterioro y privatización del sistema sanitario no surgieron por generación espontánea: ‘hay responsables’. Por un parte quienes se benefician económicamente y, por
otra, quienes no adoptan de manera prioritaria los cambios legales necesarios (nos preguntamos por qué).
Y al principio de este escrito, señalábamos también la necesidad de cambios personales.
Nadie entendería que una postura contra el machismo se limitase a pedir cambios legales: ‘son imprescindibles los cambios personales’.
Lo mismo sucedería con la lucha contra el cambio climático, en la que nuestras posturas y compromisos personales son absolutamente
necesarios.
Pues lo mismo sucede en la sanidad y la dependencia: cuando el lucro y el
negocio marca la actuación en salud o el cuidado de las personas mayores, mal vamos.