La situación que vive la clase obrera en estos momentos es de una brutalidad caótica sin igual en los últimos setenta años. Hemos visto como millones de trabajadores y trabajadoras eran despedidos, empujados a la inactividad en los llamados “Ertes” con el salario recortado, o amedrentados para obligarles a trabajar en condiciones de salud deplorables, arriesgando sus vidas para mantener los beneficios de la clase empresarial.
Hemos visto colapsar los servicios públicos esenciales, llorar de ansiedad a los trabajadores sanitarios por la falta de recursos para salvar vidas, protestar a los obreros del Metro de Madrid y de la EMT porque en el transporte público no se podían mantener las medidas mínimas de seguridad de los viajeros, mientras nuestros hijos se encaminaban cada mañana a escuelas degradadas e inseguras, donde los docentes intentaban enseñar en medio del drama generalizado, con las ventanas y puertas abiertas en invierno.
Hemos visto cómo se prohibían las manifestaciones de las mujeres en defensa de sus derechos, como se encarcelaba a cantantes por delitos de opinión, como se ahogaban miles de trabajadores emigrantes de los países del Sur Global en el Mediterráneo ante la pasividad de los mandarines de las instituciones europeas.
Hemos visto colas de miles de trabajadores para conseguir comida, donada por las organizaciones sociales. Hemos visto como se denegaban miles de peticiones del Ingreso Mínimo Vital, realizadas por trabajadores en situaciones extremadamente duras, por la falta de prueba de requisitos absurdos.
Hemos visto las porras, el hambre, la enfermedad, el látigo patronal en los centros de trabajo, el auge del fascismo, la soberbia y la incapacidad generalizadas de las élites de este país. Su odio y desprecio a los pobres, a los trabajadores, a los migrantes, a las mujeres, a los niños venidos del Sur, a los servidores de lo público, a los precarios y a las gentes que poblamos el Metro cada hora punta. Hemos visto la coacción económica, y no sólo económica, del Capital.
Pero hay algo que nos queda por ver:
La digna rabia y la resistencia organizada de los de abajo. La fuerza de la clase obrera. La potencia irresistible de la gente que produce, que cuida, que hace que la vida sea posible incluso en estas brutales circunstancias.
Es algo que queremos ver. Algo que nos comprometemos a construir, a hacer visible, a multiplicar. Vamos a hacer que nos oigan, desde la organización y el respeto a nuestra pluralidad. Vamos a confluir este Primero de Mayo en la Glorieta de Atocha, a las doce.
Trabajador, trabajadora: si tú has visto, este año, lo mismo que nosotros y nosotras, y estás dispuesto a que se vea y se organice la fuerza del Trabajo, la dignidad de los que resisten, LA ÚNICA ALTERNATIVA REAL, te esperamos en Atocha.
LA LUCHA ES EL ÚNICO CAMINO.
TODO PARA LA CLASE OBRERA.
UNIDOS Y ORGANIZADOS, VAMOS A VENCER.