Recordemos aquellos días de 1886 cuando en Chicago, las fuerzas represoras estatales y privadas se asociaron para someter brutalmente a los y las trabajadoras que se manifestaban reivindicando la jornada de ocho horas, no conformándose con dejar las calles de la ciudad sembradas de manifestantes heridos y muertos, desde las altas estancias del Estado se decidió dar un escarmiento a los osados “provocadores”, deteniendo y, tras una pantomima de juicio, condenaron a la horca a seis destacados activistas anarquistas.
Desde entonces ha pasado mucho tiempo, transcurrido muchas luchas en la clase trabajadora ha logrado conquistar derechos, mejorado condiciones laborales, y una serie de reconocimientos que han costado muchos sacrificios en vidas, en torturas, privaciones de todo tipo. Históricamente el 1° de Mayo se ha venido utilizando como día de demostración de la fuerza numérica y opositora, día de orgullo de nuestra clase, de lo conseguido y de reivindicación de lo que queda por conseguir.
Sin embargo, en los últimos años, vertiginosamente y de forma paulatina, se ha invertido la dirección de la lucha, hemos pasado de la conquista de derechos y de condiciones a irlos perdiendo inexorablemente, a venderlos a cambio de integrar “la clase media” esa que nos han vendido como “El Dorado” inalcanzable de los y las trabajadoras, ese final del Arco Iris que nunca se alcanza, pero que sirve para “traicionar” a tu clase, ya que “no perteneces a la clase trabajadora, eres clase media” …
El capitalismo ha ido eliminando las líneas de los derechos sociales y laborales llevándolos a la precarización global, y todo ello a través de la destrucción de la conciencia de clase, fomentando la insolidaridad, la desunión, la desorganización y la indefensión de los y las trabajadoras, de manera que impulsa salidas y metas individuales cuya consecuencia es sistema antisocial que padecemos, el capitalismo hiper neo liberal, ese que lo que premia en la individualización de la clase obrera, que intenta instaurar el egoísmo frente a la solidaridad, la precarización frente a los derechos, por lo que sólo nos va quedando defender aquellos que aún no hemos perdido o vendido.
En 1997, desde los acuerdos de Maastricht, se concretaron los objetivos más inmediatos del capital: La derrota del movimiento obrero en el terreno laboral, proclamada por las grandes empresas de comunicación y formación de masas, y administrada por las estructuras neoverticalistas, CCOO y UGT, capaces de llegar a acuerdos “sociales” con la patronal que sólo da pingües beneficios a las empresas.
La llegada de la pandemia supuso la excusa perfecta para acelerar la destrucción de la última línea de defensa de los derechos y las condiciones laborales, y la guerra de Ucrania ha venido para llevarse las cenizas del desastre.
La precariedad afecta a 3,17 millones de personas trabajadoras y la tasa de paro está en el 13% (cerca de 3,5 millones). Se está instaurando el más descarnado esclavismo, baste con ver como proliferan las jornadas de más de 8 horas a cambio de salarios de cuatro, o como se abusa de los y las jóvenes con contratos de becarios sin sueldo, pero con jornada intensiva.
El maquillaje que ha llevado a cabo este, supuesto, Gobierno de izquierda, con la modificación superficial de la Reforma Laboral, aplicando cambios poco eficaces y permitiendo la continuidad del escarnio a los derechos de la clase trabajadora, permite que la patronal siga generando grandes beneficios empresariales, mientras el umbral de la pobreza se extiende entre los trabajadores, hoy, en 2022, tener un puesto de trabajo no asegura ni siquiera la manutención, siendo cada vez más los que, se ven impulsado a acudir a los nuevos servicios de beneficencia, los bancos de alimento.
El hiper neoliberalismo no se sacia, por eso ha puesto sus ojos en los sistemas públicos de pensiones, quiere acabar con ello, de forma que sus beneficios aumenten, y que quien quiera una pensión, QUE SE LA PAGUE. La crisis de las pensiones es el resultado de un trabajo de zapa, muy bien calculado, que ha sido llevado a cabo durante años y, ahora ya quieren recoger sus frutos.
A pesar de ello, este sistema como toda estructura, tiene grietas producidas por la injusticia que genera y que es incapaz de tapar. Así tenemos sindicatos y colectivos laborales que no aceptan la colaboración y mantienen la resistencia; la insumisión, que cuestiona los ejércitos y la estructura jerárquica, principales sostenedores del orden mundial; la okupación, movimiento que ataca el corazón de la especulación inmobiliaria, abriendo espacios de autoorganización y lucha; la ecología, entendida como el cuestionamiento de la subordinación del bien común a la rapiña suicida del beneficio al día; el feminismo, que lucha contra la discriminación generada por el patriarcado; el antifascismo, que planta cara al racismo, la xenofobia y a las agresiones fascistas, institucionales y políticas. El Estado reprime todas estas manifestaciones: despido libre, indefensión laboral, potenciación de las anticuadas nucleares, Muchos frentes de lucha que necesitan extenderse y coordinarse entre sí, para que algún día logremos constituirnos en oposición seria, alternativa y revolucionaria al capitalismo que padecemos. Para articular este futuro gran movimiento social es preciso que todos nos sintamos copartícipes de la misma clase, la clase obrera, formada por las personas trabajadoras, en activo o no, (incluso las condenadas al no remunerado trabajo del hogar), las personas inmigrantes, las y los estudiantes, etc., a quienes una minoría, históricamente, pretende despojar hasta del propio derecho a decidir su destino…. estaremos avanzando hacia la igualdad y la solidaridad, nos estaremos convirtiendo en esa suma de personas capaces de acabar con este sistema.