PRIMERA FINALISTA: LOURDES ASO TORRALBA

EL INTERCAMBIADOR
Faltan dos horas para terminar la jornada. Se me cierran los ojos. No me ha dado tiempo ni de
mear. En dos minutos llego a la estación del Metro de Sol. Calculo mentalmente dónde han de quedar
los vagones para que entren y salgan los pasajeros. Todos quieren ser los primeros. Aunque es sábado,
llevan prisa. Un minuto y cierro las puertas. Afuera la indiferencia. Dentro la falta de empatía. En el andén
cámaras discretas que no disuaden a los maleantes. Desde mi ventana veo a un grupo de críos. Tendrán
la edad de mi hijo adolescente. Unos quince años no más. Acaban de elegir a su víctima. Un chiquillo de
origen dominicano. Le señalan el suelo. Él se resiste. Admiro su valor. Conservar algo de dignidad ante
la humillación es lo único que le queda. Eso, y la vida, si le dejan vivo. Uno golpea. Los demás añaden
patadas en el estómago, golpes al azar y el cacheo para arrebatarle las cuatro pertenencias. Calculo que
el botín no les alcanzará para terminar la noche. Me horroriza la indiferencia de la gente. Ni uno solo ha
movido un dedo para defender al joven. Tengo que arrancar el convoy o seré yo la siguiente víctima. Un
retraso más y estoy despedido. No puede haber quejas en los libros de reclamaciones. La congelación
salarial aprieta sobre nuestras gargantas. Me cuesta tragar saliva. La historia se repite. El miedo vuelve
a sumergirme en la topera. Como un autómata, descuelgo el teléfono. Lleva ya medio minuto sonando.
Pongo el manos libres. Escucho algo del chiquillo. De que lo llevan al hospital. De una paliza. Nuestro
Randy, tan inocente él. Entre el traqueteo de las ruedas por las vías me llegan las risas de las chicas que
grababan la agresión. Risas de hiena. Insensibles. Y no puedo por menos que preguntarme si querer vivir
es delito y matar queda impune. Si no podríamos usar el intercambiador y plantarnos en la estación de
Mamá Tingó, Concepción Bona o Centro de los Héroes en minuto y medio. Como por arte de magia.

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