HISTORIA del MOVIMIENTO OBRERO ESPAÑOL
(1900–1936). Francisco Olaya Morales
Desde hace algún tiempo, Solidaridad Obrera, está trabajando en la preparación para imprenta de la continuación de la Historia del Movimiento Obrero Español de Francisco Olaya, cuyo volumen dedicado al siglo XIX, editado en 1994 por Madre Tierra, constituye un “pequeño” estudio de 1050 páginas sobre el particular.
El proyecto, necesario además de ambicioso, tiene por objeto proporcionar tanto a investigadores, militantes del Movimiento Obrero, y lectores en general, un texto a medio camino entre el libro de lectura y el de consulta, pues será el texto más enjundioso y documentado sobre el citado tema escrito hasta la fecha.
Este nuevo volumen constará también de unas mil páginas, en las que se dará cuenta de los avatares de las distintas corrientes del Movimiento Obrero durante ese primer tercio ampliado del pasado siglo XX.
El texto, estructurado en 37 capítulos de dispar longitud, no solo remarca la historia de las luchas reivindicativas y revolucionarias de los trabaja-dores, sino que las enmarca en la historia general del país. Luchas obreras, que, a diferencia de lo sucedido en el resto de ese mismo siglo y en lo que va del presente, tuvieron una grandísima importancia en la conformación del devenir general de la península, si obviamos lógicamente el período de guerra social del 36 al 39.
Por ahora baste decir, que cuando el libro esté en la calle, haremos un análisis mas pormenorizado y detallado de su contenido.
La historia del Movimiento Obrero en general ha contado con diversos estudios, entre los que cabría destacar el ya antiquísimo de Fernando Garrido (Historia de las clases trabajadoras), publicado a finales del siglo XIX y que cuenta con un bellísimo estudio de la revuelta de Espartaco.
Pero refiriéndonos ya a España, dentro del siglo XX habría que destacar el libro de Abad de Santillán, Contribución a la historia del movimiento obrero español (1905 – 1931).
Tampoco podríamos olvidar el precioso libro de Mary Nash Mujer y movimiento obrero en España. Aunque el tema también ha sido tratado por gentes de ideologías ajenas a la propia clase obrera, como la Historia de los movimientos sindicalistas españoles (1840 – 1930), de Maximiano García Venero, publicado por Ediciones del Movimiento en 1961.
Aunque quizá si excluimos esta historia de F. Olaya, el más importante sea el de Manuel Tuñón de Lara, titulado El movimiento obrero en la historia de España, texto que curiosamente también finaliza en 1936, y que con un número bastante menor de páginas, abarca “toda” la historia del Movimiento Obrero hasta esa fecha.
Las ópticas desde las que analizan la historia tanto Tuñón de Lara como Francisco Olaya, son disímiles, lo que hace que todo buen “entendido”, “conocedor”, o “aficionado” debería incluir ambas obras en su particular biblioteca.
Evidentemente, este libro de F. Olaya será el más documentado, motivo que por ello le convierte en un libro imprescindible.
UNA PRESENTACIÓN
“El día catorce se detuvo a Largo Caballero en su domicilio y las campanas empezaron a repicar a muerto. Mientras tanto Gil Robles, Calvo Sotelo y la derecha española seguía yendo a misa, se confesaba y comulgaba a diario y, a la salida de la iglesia se bañaba en sangre con el mismo placer que Cleopatra en la leche de burra.
…las torturas empleadas con más frecuencia fueron retorcimiento del escroto, quemaduras de los órganos sexuales, rompimiento de rodillas a martillazos…
Estos hechos eran ignorados por la prensa burguesa que no deseaba herir la fina sensibilidad de sus lectores, pues como de costumbre le bastaba con los emotivos relatos de las niñas violadas por los mineros, los niños que se habían comido crudos, o los curas y frailes vendidos como embutidos o en chuletas; relatos que tenían su público después de la misa, o a la hora del desayuno.”
(Del Capítulo XXXV: La revolución de octubre)
Consta de 1.024 páginas y abarca, como bien indica su título, el periodo correspondiente al primer tercio ampliado del siglo XX. Pero, ¿hubo algún Movimiento Obrero después de aquel período?
Lo primero que habría que hacer notar es que el libro atiende con cuidado exquisito tanto las trayectorias ideológicas como los avatares más importantes acaecidos a las distintas formaciones que se reclaman “del proletariado”. No solo están descritos todos los comicios de todas las organizaciones, sino que se dan completos sus “ordenes del día” para discusión, y se reseñan los acuerdos de dichos congresos, conferencias o plenarias.
Por ejemplo, el Congreso celebrado en Madrid el 13 de octubre de 1900 por las entidades antiautoritarias españolas, convocadas por la Sociedad Madrileña de Albañiles “El Porvenir del Trabajo”, y que en infinidad de textos especializados en el tema apenas es citado, le ocupa a Olaya nada menos que siete largas páginas, llegando incluso a citarse (en casi dos páginas) todas las Sociedades Obreras asistentes, su número de afiliados y el número y nombre de los delegados que las representan en el Congreso.
Es decir: estamos ante un libro de consulta, tanto por la documentación aportada como por el detalle. Pero, ¿quiere esto decir que el libro es un ladrillo inaguantable? Decididamente, no. El libro es ante todo y sobre todo un libro de lectura. Que duda cabe que detalles como el anteriormente citado solo pueden interesar hoy a historiadores o personas que buscan tener acceso fácil a determinada documentación sin tener que acudir a las fuentes originales, pero el buen lector sabe que eso es un débil indicador de la mayor o menor dificultad en la lectura y asimilación de un libro. Otros detalles como la estructuración, organización y ordenación del texto, y sobre todo el estilo del autor al narrar, son los que harán que el libro sea o no ameno e interesante. Y hemos de decir que Olaya narra bien y, lo que es tan importante o más, que estructura bien el texto.
E impresionante es la cantidad de conflictos laborales que se describen; alguno de los cuales, por su importancia merecerá un capítulo exclusivo, como es el caso de la huelga de “La Canadiense”.
Sin embargo, el tema principal, el Movimiento Obrero, no es el único contenido del libro, pues tan importante o más es encuadrar este en la historia general del país.
Así, para describir el marco que contiene la pintura que nos realiza Olaya, el autor recurre a innumerables llamadas:
«Vivimos, escribió Julio Senador Gómez en Castilla en escombros, bajo el imperio de una política que en el espacio de cien años, ha promovido once guerras formales y treinta y nueve de menor cuantía, perdiendo catorce millones de kilómetros cuadrados de territorio, cuatro millones de vidas, cincuenta millones de súbditos y veinticinco mil millones de pesetas… Desde 1850 hemos pagado por ejército y marina doce mil millones de pesetas, y por intereses de la Deuda, diez y siete mil millones, sumando lo cual asciende con poca diferencia, a la mitad del valor total de la nación».
La España de charanga y pandereta, tan cara a las clases dominantes, y tan trágica para el pueblo español, es descrita en términos que verdaderamente ponen los pelos de punta:
«Un periódico gubernamental dio la noticia de que la duquesa Victoria había recibido de los legionarios una corbeille de rosas encarnadas y en el centro “dos cabezas moras, las más hermosas entre las doscientas de ayer”»
¡Menos mal que estaban frescas!
O también:«En algunos casos por carencia de intendencia, los soldados tenían que beber los orines de los caballos, andaban descalzos, y vestían con harapos».
Lo cual no impediría que tras el desastre de Annual:
«Los moros tenían más de seiscientos prisioneros españoles por los que pedían cuatro millones, y el rey con su habitual irresponsabilidad declaró “que cara cuesta la carne de gallina”»
Otro de los rasgos característicos de Olaya es el humor, un humor afilado como un cuchillo, que desde luego no arrancará la carcajada al lector (es un libro muy serio), pero sí la sonrisa cómplice.
Veamos un ejemplo: “Pío Moa en ABC, Madrid, 3 de septiembre de 2000, saca al ruedo el tema del terrorismo, y como de costumbre descubre que el pecado original es imputable a los anarquistas, y arremete contra ellos como un novillo de tres años”.
O refiriéndose a un censo realizado por el Estado a principios del siglo XX:
«El nuevo ministro de Gobernación Alfonso González, a efectos de recaudación, promulgó un decreto imponiendo la obligación de inscribirse en el registro correspondiente, provocando una furiosa reacción en los medios clericales.
Los obispos que con tanto celo exhortaban a los trabajadores a resignarse, a sufrir en silencio, y a respetar los mandatos de sus superiores, ordenaron a las corporaciones eclesiásticas ignorar olímpicamente el decreto. El nuncio Rinaldini, protestó por no habérsele precavido personalmente…»
Veamos otro ejemplo referido a la pertinaz sequía:
«En muchos pueblos se sacaba el santo en procesión hasta las últimas casas donde se alzaba el clásico pilar que servía de abrevadero para los animales al regreso de las faenas. Pero por mucho que se impetrara a la lluvia, el milagro no se producía, poniendo a dura prueba la devoción de los fieles, hasta que agotada la paciencia y el fervor religioso terminaban arrojando el santo al pilón y a veces hasta al cura que enfebrecido trataba de oponerse al sacrilegio.
Pero aún así tampoco llovía».
Las notas a pie de página (numerosísimas) son un complemento riquísimo, tanto para aclarar errores que se han venido acumulando en la investigación histórica, como para precisar temas o introducir fragmentos de documentos que el autor escoge con singular maestría. Esas citas servirán para proveernos de cierta jugosa información al hilo del relato. Unas muestras:
“Al conde de Figols se le condonó el pago de tres millones defraudados a Hacienda, sancionándose a los funcionarios que osaron abrirle el expediente”.
“El duque de Alba fue nombrado presidente de la Telefónica. Alfonso XIII recibió un cheque de 600.000 dólares de la ITCC, y José Antonio Primo de rivera, hijo del dictador fue nombrado asesor jurídico de la Compañía con un sueldo de 25.000 pesetas mensuales, mientras que los salarios de los campesinos por jornadas de sol a sol oscilaban entre una y una y media pesetas».
Veamos otro ejemplo:
«Las huelgas mineras de Riotinto, eran habitualmente de las más sangrientas, porque como se denunció en El Socialista en 1909: “El año 1888 el gobernador de Huelva hizo que la tropa disparara contra los pacíficos habitantes, y hasta niños de 15 meses aparecieron atravesados a bayonetazos, y hombres y mujeres fueron acribillados por la espalda».
Pero no solamente de asuntos económicos o “laborales” nos proporciona información Olaya:
“Cabanellas en La guerra civil y la victoria, afirma que durante la contienda actuó a las órdenes de Serrano Suñer, y lo acusa de “cobardía y crueldad, y de ciertas debilidades no ciertamente símbolos de virilidad”.
Caray con el cuñadísimo.
Pero no solo Suñer. Veamos a otro “macho ibérico” de toda la vida, “desmentido” en sus inclinaciones sexuales:
«En el libro del francés Michel Cariviere Homosexuales y bisexuales célebres, una autoridad en la materia, entre los españoles, por ejemplo, se cita a José Antonio Primo de Rivera, al que acusa de reclutar a “estudiantes y jóvenes de clase modesta entre los que hallaba a sus amantes”».
…Cara al sol con la camisa nueva.
Pero este tipo de frivolidades solamente sirven para aliviar la tensión en un relato en general muy serio. Referente a la represión del Movimiento Obrero y a sus repercusiones parlamentarias y extraparlamentarias, Olaya escoge muy bien sus citas documentales. Veamos como ejemplo una carta abierta del genial Joaquín Costa:
«Los obreros son ya las únicas Indias que le quedan a España ¡qué no las pierda también!
¿Para que fatigarse en buscar hechiceros? Yo os mostraré donde se encuentran. Prended a los capuchinos y a los jesuitas y sometedlos a tormento y veréis como confiesan que han incurrido en crimen de hechicería. Pero si queréis más prended a los obispos, canónigos y doctores, y con la misma diligencia lograreis que confiesen, porque ¿cómo podría resistir la tortura esa carne tan delicada? Si todavía deseáis más, venid acá, yo os aplicaré a vosotros mismos el tormento y confesaréis lo que aquellos. Atormentadme luego vosotros a mí, y no hay duda que resultaré también reo del mismo delito por confesión propia. De este modo todos somos rebeldes y anarquistas».
Otro ejemplo de la seriedad del texto:
«El trabajador andaluz, escribió Joaquín Dicenta, el que hasta ahora se conformaba con una peseta de jornal y dos gazpachos para afanarse de sol a sol con la hoz en la mano y el sol cayendo a pleno sobre su cabeza… ahora exige a los amos un salario que le permita vivir como hombre y un alimento que no le haga comer igual que comen los perros del cortijo».
En fin, podríamos seguir eternamente. Las citas de Olaya son el fruto de un intensísimo trabajo de búsqueda, investigación y selección documental. Pero no vayamos a creer que lo más interesante del libro sean las citas de documentos. Olaya escribe bien. Muy bien, nos atreveríamos a decir, y, lo que es más importante, no se muerde la lengua, ni tiene posos su tintero.
Veamos una pequeña muestra referente a su estilo. Hablando de los prolegómenos de la huelga general de Bilbao, dice así:
«A pesar de las reservas de Pablo Iglesias respecto a las huelgas, en otoño de 1903 sus propios partidarios patrocinaron una de las más resonantes por esos años… El 11 de octubre numerosos grupos de peregrinos carlistas haciendo manifiesta ostentación de su fervor religioso fueron confluyendo hacia el Arenal, fuertemente armados de pistola y garrote, y bajo la piadosa dirección de los sacerdotes Goessell, Goicoechea y Buina y del diputado Urquijo, empezaron a perseguir obreros haciendo más de cien heridos, treinta y seis de ellos de suma gravedad».
O este otro ejemplo:«El anciano José Jiménez, detenido y torturado para que declarara donde se encontraba su nieto, se quejó a un coronel, que le respondió: “Los castigos de la guardia civil, son como los que manda Dios».
Sí, es un libro muy serio.
Uno de los aspectos que tampoco se oculta es el de las “discrepancias” entre las distintas corrientes del Movimiento Obrero: “El 11 de agosto de 1931, El Socialista denunció la muerte de tres socialistas y de tres heridos con motivo de un atentado perpetrado por siete miembros del PCE, entre los que se encontraban Jesús Hernández y Luis Arrarás, siendo éste último detenido en el domicilio de Dolores Ibarruri, aunque ella se lo salta a pies juntillas en su libro: El único camino”.
Tampoco en lo referente al supuesto “terrorismo anarquista”, fomentado por las autoridades para propiciar la represión a los trabajadores, se muerde la lengua Olaya: “En una interpelación al Gobierno, un diputado declaró sin ser desmentido, que cada vez que un juez llegaba a descubrir a los autores reales de los atentados, se le suspendía por enfermedad, y que en dos años habían sido destituidos siete jueces por ese motivo”.
En definitiva, un libro tanto para entretenerse como para documentarse; para estudiosos y para lectores que busquen distracción ilustrada. Tanto para “ratones de biblioteca” como para “paseantes solitarios”. Respecto del Movimiento Obrero español del periodo todo está en él. Solo hace falta efectuar la lectura inteligente de acuerdo a las necesidades de cada cual.
SOLIDARIDAD OBRERA se siente orgullosa de haber hecho posible su existencia.
CARACTERÍSTICAS
1024 págs. 15 cm. X 21 cm. Edición mayo 2006
ISBN- 13:978-84-611-1301-9
CDU: 943.0
P.V.P.: 20 €. Afiliadas y afiliados: 10 €
El libro se puede adquirir en los locales del sindicato.
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